El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 9 de junio de 2010

La soga


En 1948, Hitchcock rueda su primera película en color, que al tiempo produce él mismo, La soga. Basada en una pieza teatral de Patrick Hamilton que se basa a su vez en unos hechos reales acaecidos en 1923, cuando dos muchachos asesinan a otro sin motivo alguno y que también inspirará otro film, Impulso criminal, de Richard Fleischer, en 1959, con Orson Welles de protagonista.  

El principal interés del director a la hora de enfrentarse a este proyecto era meramente técnico: poder rodar toda la película en un solo plano, de ahí el aspecto tan teatral de la película. Como era inevitable efectuar los cortes necesarios para el cambio de cada rollo, Hitchcock utiliza el recurso de enfocar de cerca a un personaje para tener un plano negro con el que comenzar el siguiente rollo. Sin embargo, una vez realizado el film, el director no se mostró muy contento con el resultado, pues iba, según el propio Hitchcock, contra todo lo que el creía: la fragmentación del film y las posibilidades del montaje para contar una historia.

Si se piensa bien, La soga no es una mala película, pero es verdad que la manera de filmarla no ayuda demasiado. Algunas escenas pierden dinamismo y algunos encuadres, al necesitar reunir a los actores en un breve espacio, resultan un tanto artificiales. Hitchcock siempre experimentó, desde sus comienzos, pero el problema aquí es que la experimentación abarca todo el film, no solamente un instante o una secuencia.

A pesar de todo, la película funciona bastante bien. Hubiera resultado increíble sino fuera cierta y así adquiere además todo el dramatismo del mundo, pues es algo que tuvo lugar realmente. Al tener un tratamiento tan teatral, toda la fuerza de la película recae en los diálogos y los actores y en este sentido me gustaría destacar la presencia de James Stewart, prodigioso y poderoso, en especial en algunos primeros planos en que solamente con su mirada nos trasmite todo un repertorio de sentimientos y miedos. Decía que la película se apoyaba en los diálogos, que resultan bastante buenos en general y, sin embargo, me quedo con la escena en que la cámara nos muestra cómo se produjo verdaderamente el crimen, siguiendo los movimientos al ritmo de las suposiciones de James Stewart, lo que sin duda es un magnífico recurso narrativo.

Así pues, La soga no es tan mala como el propio director parecía dar a entender y plantea unos dilemas y unas reflexiones interesantes a cerca de la condición humana y el respeto de la vida y como una mente enferma puede llegar a conclusiones y actos terribles. Y lo peor es que fue cierto.

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