El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 18 de junio de 2010

Cara de ángel



Dirección: Otto Preminger.
Guión: Frank Nugent y Oscar Millard (Argumentos: Chester Erskine).
Música: Dimitri Tiomkin.
Fotografía: Harry Stradling (B&N).
Reparto: Robert Mitchum, Jean Simmons, Mona Freeman, Herbert Marshall, Leon Ames, Barbara O'Neil.

Frank Jessup (Robert Mitchum) trabaja como conductor de ambulancias y una noche tiene que salir a atender a una mujer que, según parece, ha intentado suicidarse. Allí conoce a la hijastra de la mujer, Diane (Jean Simmons), que decide ir tras él. Al poco tiempo, Frank entra a trabajar como chófer de la familia de Diana.

Cara de ángel (Otto Preminger, 1952) es un inquietante film de cine negro que tiene muchos elementos en común con lo habitual en el género, como es la presencia de una mujer fatal y de un destino terrible que parece cernirse sobre los personajes sin que nada pueda evitarlo. Pero al tiempo resulta un film novedoso e inquietante por la personalidad del personaje interpretado por Jean Simmons, que no termina de definirse y no se corresponde con el arquetipo de mujer fatal clásica, y del que Preminger nos permite entrever cosas, pero siempre dejándonos a nosotros la última palabra acerca de cómo es ella realmente. Tal vez aquí resida el gran acierto de la película, recogiendo aquella costumbre de las películas clásicas de insinuar más que mostrar; y esas sugerencias siempre son mucho más enriquecedoras.

Cara de ángel es, ante todo, el magnífico retrato de Diane, una muchacha que aún no ha cumplido veinte años y, sin embargo, su dulzura, su belleza y sus modales no logran ocultar del todo una personalidad compleja y retorcida. A pesar de ello, Frank sucumbirá a su belleza, tal vez cegado en parte por su ambición. Sin embargo, Preminger evita llevar el relato al terreno más previsible del enamorado que no puede librarse de la nefasta influencia de su amada. Frank adivinará el juego de Diane, al igual que lo intuye perfectamente su novia Mary (Mona Freeman), e intentará escapar de sus maquinaciones. Con ello se plantea que Diane no es capaz de engañar realmente a los que la conocen un poco. No es más que una chica caprichosa y mimada. O eso parece, porque la maldad a la que es capaz de llegar, sin motivo aparente, pues en la película se demuestra que el odio hacia su madrastra no está verdaderamente justificado por nada concreto, es tremenda e imprevisible. Y el acierto de la película es que no sabemos nada en concreto de ella, de su pasado. Solamente tenemos sus miradas perdidas, sus silencios o sus solos al piano, momentos realmente fascinantes, llenos de tensión (recordemos por ejemplo cuando ella arroja al vacío una cajetilla de tabaco) y en donde vamos adivinando algo más sobre ella, intuiciones, presunciones y terribles premoniciones. Esta es la fuerza y la belleza de Cara de ángel. Lo que nos lleva a hablar de la soberbia interpretación de Jean Simmons, sin la cuál el relato no podría convencernos ni cautivarnos como lo hace. Robert Mitchum está en su papel más o menos conocido: tipo duro y algo despistado por momentos, pero convincente. El resto del reparto está correcto, pero sin mucho brillo, lo que quizá perjudica un poco la película, que pierde algo de fuerza cuando no se centra en Jean Simmons o Robert Mitchum.

También merece la pena destacar la maravillosa música de Dimitri Tiomkin, excelente y muy sugestiva, uno de los puntos fuertes de la película.

Sin ser una obra maestra, Cara de ángel resulta una muy buena película, inquietante, siempre con una dosis de incertidumbre (no tanto sobre lo que puede pasar, sino en cómo va a suceder) y, por encima de todo, con una apuesta realmente interesante y acertada por ahondar en el perfil psicológico de la protagonista, eje central de la película.

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