El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 9 de junio de 2010

La mujer pantera



Dirección: Jacques Tourneur.
Guión: DeWitt Bodeen.
Música: Roy Webb.
Fotografía: Nicholas Musuraca (B&W).
Reparto: Simone Simon, Kent Smith, Tom Conway, Jane Randolph, Jack Holt, Alan Napier, Elizabeth Dunne, Mary Halsey.

Había algo encantador en las películas de terror antiguas. Quizá fuese por su ingenuidad que, hoy en día, no llega a asustar a nadie; o tal vez era que bajo la forma de filmes de terror se ocultaban maravillosas y trágicas historias de amores imposibles y seres desgraciados. Y es eso lo que encontramos en La mujer pantera (Jacques Tourneur, 1942), típica obra de serie B de la RKO de apenas 73 minutos pero con el encanto de las cosas bien hechas.

Ollie Reed (Kent Smith) se enamora de una joven, Irena Dubrovna (Simone Simon), que está pintando en el zoo a una pantera negra. El romance termina en matrimonio pero pronto las cosas comienzan a ir mal. Irena no deja que su marido la bese ni duerma con ella, presa del miedo de que viejas leyendas de su Serbia natal sean verdad y ella pueda transformarse en un felino y lo ataque.

Uno de los aciertos de la película, que tal vez hubiera sido mejor que se titulase de otra manera, es que va dejando insinuaciones sobre lo que le sucede a Irena sin concretarlas abiertamente, de manera que siembra ciertas dudas sobre la veracidad de sus temores y si no son sólo fruto de una arraigada superstición, como parece creer el médico que la examina. Junto a ello, tal vez debido a las limitaciones técnicas del momento, pero también a una manera de entender el terror muy distinta a la actual, la película solamente insinúa las situaciones de peligro a base de sonidos y sombras amenazadoras, como en la escena en que la amiga de Ollie, Alice (Jane Randolph) es perseguida junto al parque o acosada en la piscina. Se deja a la imaginación del espectador el completar la escena y el resultado es siempre sorprendente y muy rico.

Tal vez la mayor debilidad de la película resida en los actores, algo inexpresivos, en especial Kent Smith. Pero es un defecto menor al lado de una historia hermosa de un amor imposible entre personas que en todo momento intentan luchar contra los obstáculos que les acechan, aún sin saber realmente cuáles son ni cómo hacerlo, y en la que la compasión y la ternura son aún más intensos que el terror que se pretende producir.

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