Dirección: Paul Verhoeven
Guión: Joe Eszterhas
Música: Jerry Goldsmith
Fotografía: Jan de Bont
Reparto: Micheal Douglas, Sharon Stone, George Dzundza, Jeanne Tripplehorn, Denis Arndt, Leilani Sarelle, Stephen Tobolowsky
Paul Verhoeven había saltado a la fama con su segunda película, Delicias turcas (1973), considerada el mejor film holandés de la historia, donde el director muestra ya su gusto por las escenas subidas de tono. A partir de ahí, Verhoeven sigue cosechando algunos éxitos hasta que logra dar el salto a Estados Unidos. Su carrera entonces se vuelve convencional y realiza obras de gran presupuesto, como Robocop (1987) o Total Recall (1990), con buenos resultados. Pero será Instinto básico (1992) la película que le de sin duda más fama, a base de la polémica suscitada por las escenas violentas pero, sobre todo, por las eróticas, con lo que Verhoeven volvía a sus comienzos.
Y es que hay algo que aún nos escandaliza cuando se trata de sexo y en especial a un sector bastante puritano de norteamérica. El caso es que tanto ruido generado no hizo sino aumentar la expectación y los números de taquilla de este intenso thriller.
Un antigua estrella de rock retirada muere asesinada en su cama acuchillada por un punzón de picar hielo. En seguida las sospechas recaen en su novia, Catherine Tramell (Sharon Stone), última persona con quién se le vio en vida. Inteligente, fría y manipuladora, Catherine no le pondrá las cosas fáciles a la policía y en especial al agente Nick Curran (Michael Douglas), recién rehabilitado de su adicción al alcohol y las drogas.
Siendo sinceros, Instinto básico cuenta con un guión bastante tramposo que se enreda un poco al final, liando la cosa en exceso y con un abuso de nombres en diálogos algo precipitados que confunden un tanto al espectador despistado. Pero el mérito de Verhoeven es que, a pesar de todos los defectos y de que nos sentimos un tanto engañados, logra hacer una thriller que funciona de maravilla y no sólo por el dominio del medio asombroso que demuestra tener, ni por la música soberbia de Jerry Goldsmith, ni por ese ritmo firme que apenas da un minuto de respiro. Instinto básico funciona tan bien porque Paul Verhoeven sabe reunir los elementos clave para tenernos enganchados a la pantalla: sexo morboso, toques lésbicos, un poco de sangre, un objeto cotidiano convertido en un arma que nos sobrecoge en cuanto la vemos, y una actriz, Sharon Stone, que derrocha sensualidad por los cuatro costados. Y al final, la intriga, que era en apariencia el motor de toda la historia, descubrimos que nos importa un bledo y que cada uno se imagine el final que quiera o el que más le excite, que es lo parece ofrecernos el director en un guiño un tanto manoseado pero muy eficaz.
Porque con el paso del tiempo, lo que todo el mundo recuerda de Instinto básico es a una rubia despampanante quedándose con todos los presentes en el interrogatorio con un cruce de piernas legendario, a la altura de la famosa escena de Marilyn Monroe en la rejilla del metro.
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