El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 5 de junio de 2010

Posada Jamaica



Dirección: Alfred Hitchcock.
Guión: Sidney Gilliat y Joan Harrison (Novela: Daphne Du Maurier).
Música: Eric Fenby.
Fotografía: Harry Stradling Sr. y Bernard Knowles (B&W).
Reparto: Charles Laughton, Maureen O´Hara, Robert Newton, Leslie Banks, Marie Ney, Horace Hodges, Hay Petrie, Frederick Piper, , Herbert Lomas, Clare Greet, Wylie Watson.

Posada Jamaica (1939) es la última película de la etapa inglesa de Alfred Hitchcock y está coproducida por el propio Charles Laughton. Basada en una obra de Daphne du Maurier, curiosamente como la siguiente película de Hitchcock, Rebeca (1940), su primer film americano, el film cuenta la llegada de una joven huérfana desde Irlanda a Cornouailles, Mary (Maureen O'Hara), para reunirse con su tía Patience (Marie Ney), su único pariente vivo. Ella está casada con Joss (Leslie Banks), que regenta la "Posada Jamaica". Pero en realidad, Joss es el jefe de una banda de rufianes que se dedican a hacer naufragar barcos, matando a los supervivientes, para hacerse con el cargamento.

El director inglés no se mostraba muy satisfecho con este film. Tal vez porque no tuvo todo el control que quería sobre el argumento. Charles Laughton, deseoso de contar con más minutos, hizo modificar el guión y el resultado desagradaba a Hitchcock ya que, decía el director, no era lógico que el juez de paz y cerebro de la banda de Joss se pusiera en peligro apareciendo por la posada. Lo coherente hubiera sido que no apareciera por allí hasta el final; por eso Hitchcock lamentaba la presencia de Laughton en el papel de Humphrey Pengallan, al que achacaba también un comportamiento no fue muy profesional durante el rodaje. Me llama un tanto la atención esta queja por parte de Hitchcock, pues si algo criticaba con frecuencia era a esos críticos que solían menoscabar sus películas en base a la poca rigurosidad de sus argumentos.

Sea como fuere, la presencia de Laughton no cabe duda que enriquece la película. Su interpretación, a pesar de una caracterización un tanto excesiva, es poderosa y como siempre compone un personaje con gran fuerza que acapara la pantalla. Lo mismo que la hermosa Maureen O'Hara, en el debut de su carrera en el cine. De hecho, su belleza cautivó de tal modo a Charles Laughton que la recomendó a la RKO, comenzando con Esmeralda la zíngara (1939) su carrera en Hollywood. También fue Laughton el que le propuso cambiar su apellido, FritzSimons, por el de O'Hara.

Posada Jamaica, a pesar de la opinión de su director, es un film que funciona bien: mantiene la intriga y la emoción en todo momento, no tiene ni un instante de transición, ningún tiempo muerto y, aunque técnicamente se nota mucho la precariedad de los medios de la época, está muy bien filmada, tanto por el ambiente tenebroso general como en las escenas de tormenta y naufragio. La película, además, tuvo una muy buena acogida por parte del público en su momento.

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