El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 7 de junio de 2010

Cantando bajo la lluvia


Dentro del género musical, Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen y Gene Kelly, 1952) es sin duda el referente, la cima del género, una cita ineludible que ha quedado como paradigma del trabajo bien hecho, de números musicales brillantes y de optimismo para parar un tren.

El argumento, además, gira en torno al cine mudo y su transición al sonoro, algo que va como anillo al dedo al musical y que suele encandilar a los críticos, y como ese complicado paso cambió de raíz no sólo la manera de interpretar de los actores, sino que para muchas estrellas de la época muda la llegada del sonoro supuso el fin de su carrera, como le sucede en la película a Lina Lamont (Jean Hagen), cuya voz chillona y su mala dicción supondrán su retirada precipitada del cine.

Pero no es el argumento, bastante sencillo, lo que hizo que Cantando bajo la lluvia se convirtiera en un film mítico, sino un puñado de brillantes canciones con una coreografía sobresaliente, entre las que podemos destacar la preciosa "Make' em Laugh", que en realidad copia el tema "Be a clown" de Cole Porter, interpretada por el eléctrico Donald O'Connor; la vitalista "Goog Morning" y, por encima de todo, el número que da título al film, con una fantástica actuación de Gene Kelly en un baile que ha quedado como el mejor de toda la historia del género. Pero tampoco podemos despreciar el número "Broadway Melody" de Kelly con Cyd Charisse, hermosa y escultural, que casi representa un film dentro de Cantando bajo la lluvia y que derrocha sensualidad.

Las fantásticas interpretaciones, tanto de Kelly, la estrella del film, como de sus compañeros de reparto (O'Connor, la maravillosa Debbie Reynolds, no era su voz la que se escuchaba realmente, e incluso la antipática Jean Hagen), ponen la guinda a un pastel que, curiosamente, no causó sensación en el momento de su estreno y, de hecho, no ganó ni un sólo Oscar en su día, pero que ha ido creciendo a lo largo de los años hasta situarse como el rey del género.

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