El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 5 de junio de 2010

Historias de Filadelfia



Historias de Filadelfia (George Cukor, 1940) es sin duda el ejemplo perfecto de comedia norteamericana clásica, sofisticada, mordaz, elegante y romántica. La película se basa en la obra teatral de Philip Barry "The Philadelphia Story", interpretada en Broadway por la misma Katharine Hepburn, que se hizo con los derechos para el cine. Ella deseaba contar con Spencer Tracy para el papel de C. K. Dexter Haven pero Tracy necesitaba descansar en ese momento e intentar superar su alcoholismo, por lo que la elección de la MGM recayó en Cary Grant y James Stewart firmó encantado para el papel del periodista Macaulay Connor (con el consiguiente disgusto de Van Heflin, que interpretaba ese papel en la versión teatral), lo que supone un acierto también indudable, pues sin duda la fuerza de esta película reside especialmente en el reparto. Fue también ella la que escogió a su amigo George Cukor para dirigir la película.

El papel de Katharine Hepburn, dando vida a una mujer perfeccionista, exigente y fría, no era muy sencillo. Pero esta actriz consigue una interpretación memorable, con algunos instantes realmente conmovedores simplemente con una mirada turbada o un rostro tembloroso. También Cary Grant, en su línea siempre impecable y algo burlón, es el perfecto caballero de alta sociedad, algo golfo pero lleno de encanto. Pero es James Stewart quién destaca con fuerza entre el reparto masculino. La verdad es que su personaje es el más atractivo de todos y de donde parten las réplicas más divertidas y James Stewart le da su característica sencillez dubitativa, sorprendida y entrañable que le valió la recompensa de un Oscar. Si bien el peso del film recae en estros tres actores, el resto del reparto está también a un muy buen nivel, como la sorprendente Virginia Weidler, la hermana pequeña de Tracy Lord (K. Hepburn) o el padre de ella, interpretado a la perfección por John Halliday, y que nos ofrece, en su diálogo-reproche con su hija, una de las más emotivas y sinceras escenas de la película.

Porque, si bien se trata de una comedia, bajo el tono ligero general, Historias de Filadelfia aporta mucho más que enredos y glamour. Lo más interesante, tal vez, sea todo lo que no es comedia, como las críticas hacia la indiscreción y falta de escrúpulos de la prensa de temas sociales (anticipando una voracidad elevada a la enésima potencia en nuestros días); o la exaltación de la bondad y la compasión, por encima de cualquier otra virtud; la defensa del amor verdadero y, en general, todo aquello que pretende arrojar algo de luz sobre las relaciones humanas, bien sean familiares, profesionales o amorosas. El film no es ajeno al desgaste del paso del tiempo, como se puede ver en cierta imagen que se da de la mujer ideal, como una persona sumisa y obediente al marido, si bien no deja de ser algo justificado por la época de la película y que queda, sencillamente, como una muestra de ciertas ideas de antaño.

Historias de Filadelfia se alzó con otro Oscar más al mejor guión adaptado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario