El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 16 de junio de 2010

Una noche en la ópera



Dirección: Sam Wood.
Guion:George S. Kaurman & Morrie Rysking.
Música: Herbert Stothart.
Fotografía: Merrit B. Gerstad (B&W).
Reparto: Groucho Marx, Harpo Marx, Chico Marx, Margaret Dumont, Kitty Carlisle, Allan Jones, Sig Ruman, Walter Woolf King, Edward Keane, Robert Emmet O'Connor, Lorraine Bridges.

Una noche en la ópera (Sam Wood, 1935) sigue siendo hoy en día una gran película cómica. Para muchos la mejor de los Hermanos Marx. Es indudable que está dentro de las más celebradas y que posee momentos únicos. A mí me costaría decidirme por una sola como la mejor. Me sucede a menudo que ese puesto de honor pasa a ocuparlo la última película de los Marx que acabo de ver.

En el cine de los Hermanos Marx el argumento es un simple detalle sin demasiada importancia, un marco que suele contener muchos elementos comunes en toda su obra, como la historia de amor entre una pareja que debe vencer diversos obstáculos para poder disfrutar plenamente de su amor y, a menudo, se complementa con el cortejo de Groucho a la habitual y simpática Margaret Dumont. En Una noche en la ópera, la pareja de enamorados, Rosa Cristaldi (Kitty Carlisle), reconocida soprano, y Riccardo Baroni (Allan Jones), a pesar de su talento un oscuro miembro del coro, lucha por que el talento de Riccardo sea reconocido al fin, mientras ella resiste los galanteos del engreído tenor Lasparri (Walter Woolf King). Otis B. Driftwood (Groucho), un caradura sin oficio claro, por su parte, se dedica a un extraño y poco eficaz galanteo con una adinerada viuda, la señora Claypool (Margaret Dumont), que intenta entrar en sociedad.

Se trata de la primera película de los Marx para la Metro, tras finalizar su etapa con la Paramount y donde por primera vez no aparece Zeppo, el hermano serio de la familia y que decide dedicarse a otra cosa. Una de las preocupaciones del nuevo estudio era elaborar más el guión de la película. Por ello, colaboran en su construcción James Kevin McGuinness, George S. Kaufman e incluso Buster Keaton. La Metro quería historias más sólidas y poner algo de orden en las alocadas comedias de estos cómicos.

Pero lo fuerte de los Hermanos Marx eran ellos mismos, por encima de argumentos más o menos rigurosos, que pueden, como en este caso, complementar de maravilla el caudal de bromas y chistes de los Marx, que atacan sin piedad la avaricia, el intento de lograr prestigio a base de dinero, la burocracia, la fama y el mundo empresarial, entre otras muchas cosas.

Algunas escenas son ya míticas y han sido homenajeadas e imitadas posteriormente en bastantes películas. Todos recordarán el absurdo diálogo de Groucho y Chico mientras destripan el contrato de Riccardo para la ópera de Nueva York o la absurda y genial escena del camarote, que ya figura por méritos propios en la iconografía del siglo XX. Pero en esta película también brillan con luz propia los números musicales, presentes en casi toda la filmografía de los Marx, pero aquí quizá más logrados que nunca, con canciones preciosas como "Alone" o "Cosí, cosá"; la primera con el mérito de situarse como la canción del año y cuya música es de Nacio Herb Brown, autor años después de la genial "Singin'in the rain". Y además, también podemos escuchar hermosos fragmentos de óperas como "Il Trovatore" y de "I Plagliacci".

Pero por encima de todo, la película es grande por la inteligente sátira que los Marx hacen de cualquier convención, de cualquier cosa que intente parecer seria o lógica. Groucho dispara sus frases con una acidez sorprendente y de él son las mejores ocurrencias de la película. Harpo, en su línea, es un tanto bobalicón y con un apetito atroz y Chico intenta ganarse el pan trabajando lo menos posible y gorroneando allí donde se presenta la ocasión. En realidad, nada nuevo, pero siempre sorprendentes a base de un humor absurdo e irreverente que aún hoy en día sigue siendo inimitable.

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