Dirección: George Pan Cosmatos.
Guión: Adi Hasak y Ric Gibbs.
Música: Bruce Broughton.
Fotografía: Buzz Feitshans IV.
Reparto: Charlie Sheen, Donald Sutherland, Linda Hamilton, Ben Gazzara, Stephen Lang, Nicholas Turturro, Gore Vidal.
Robert Bishop (Charlie Sheen), asistente especial del presidente, descubre una conspiración al más alto nivel en la Casa Blanca. Lo que no sabe es quienes están detrás ni lo que pretenden y, mientras intenta averiguar algo más, tendrá que escapar de un asesino que pretende acabar con su vida.
El comienzo de Conspiración en la sombra (George Pan Cosmatos, 1997) nos recuerda inevitablemente a Los tres días del Condor (Sydney Pollack, 1975), con el asesinato de los científicos y la presencia de un asesino implacable en pos de su víctima. Sin embargo, ahí terminan las similitudes y mientras el de Sydney Pollack es un film brillante, esta película es un cúmulo de despropósitos que van a más hasta una desenlace que roza el ridículo.
Para empezar, Cosmatos parece contentarse con hacer un producto resultón, pero sin nervio y sin estrujarse demasiado la cabeza. Así, recurre sin más a todos los tópicos posibles y los adereza con unos diálogos banales, torpones y sin pizca de ingenio. Tampoco el reparto ayuda lo más mínimo y hasta el habitualmente eficaz Donald Sutherland está bastante ramplón. Los protagonistas, Charlie Sheen y Linda Hamilton, resultan tremendamente limitados en su interpretación. Pero lo peor de todo es que con un material como el que tenían entre manos, que es cierto que no derrocha originalidad, pero al menos bien llevado asegura un film inquietante y con cierta intriga, se han dedicado a filmar sin muchas ideas una serie de huidas, disparos y conspiraciones que al final no tienen el mínimo nervio.
Al comienzo, mientras todo son posibilidades abiertas, la película parece prometer bastante, pero desgraciadamente cuanto más avanza se va volviendo más vulgar y previsible. Incluso me sucedió algo curioso: desde el comienzo se van sembrando ciertas insinuaciones que parecen señalar como culpables bien a Donald Sutherland o a Ben Gazzara. Intuimos que alguno de ellos puede ser el cerebro en la sombra de la conspiración, pero sospechamos a su vez que puede que el guión esté simplemente jugando al despiste para sorprendernos al final con un as en la manga. Pues no, los guionistas se complicaron tan poco la vida que resulta que ambos sospechosos, con un tercero en discordia más, resultarán ser los malos de la historia.
Y si todo el film resultó bastante pobre, el desenlace, con el avión teledirigido, resulta ya el colmo del absurdo.
Una película, por tanto, para olvidar y que ejemplifica ese cine meramente comercial hecho a base de tópicos que afortunadamente se olvida con bastante facilidad.
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