El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 9 de junio de 2010

Con faldas y a lo loco



Dirección: Billy Wilder.
Guión: Billy Wilder e I.A.L. Diamond (Historia: Robert Thoeren y Michael Logan).
Música: Adolph Deutsch.
Fotografía: Charles Lang (B&W).
Reparto: Marilyn Monroe, Tony Curtis, Jack Lemmon, George raft, Pat O´Brien, Nehemiah Persoff, Joe E. Brown, Joan Shawlee, Billy Gray, George E. Stone, Mike Mazurki.

Joe (Tony Curtis) y Jerry (Jack Lemmon), dos músicos de orquesta, son testigos accidentales de la masacre del día de San Valentín de 1929, a causa de lo cuál deben huir y no se les ocurre nada mejor que disfrazarse de mujeres y enrolarse en una orquesta femenina que parte rumbo a Florida.

Con un guión escrito por el propio director e I.A.L. Diamond, en la que era su segunda colaboración juntos, y que se inspira en una comedia alemana de 1951, Fanfaren der Liebe (Fanfarria de amor), Con faldas y a lo loco (Billy Wilder, 1959) ha quedado como una de las mejores comedias de la historia y eso que no partía con muy buenos augurios. Por un lado, la comedia comienza con una masacre, algo del todo inusual en el género; por otra parte, el guión no estaba terminado cuando comenzaba el rodaje y además se rodaba en blanco y negro. Sin embargo, el film fue un éxito que no paró de consolidarse con el paso del tiempo. Y ello se debe a varias y diversas causas.

Por una parte, la presencia de un genio como Billy Wilder, sabedor de lo que necesitaba para hacer una buena comedia y cómo conseguirlo. También sabía que los dos hombres tenían que ser completamente heterosexuales, para que su presencia en medio de tantas mujeres resultara un tormento absoluto y fuente, por tanto, de una constante tensión cómica. Del director también es el acierto de saber mantener el ritmo perfecto y alocado en todo instante.

El segundo pilar de la película, o quizá el primero, según se mire, es un guión realmente perfecto que reúne crimen, música, romances, equívocos, crítica social y un toque finísimo de surrealismo y que contiene unos de los diálogos más logrados del género ("Yo jugaba antes al waterpolo, pero mi caballo se ahogó" o la mítica y genial frase final, "Nadie es perfecto", que se le ocurrió a I.A.L. Diamond la víspera de terminarse el rodaje).

Por último, tenemos un reparto que funciona de maravilla, en especial los tres protagonistas: Tony Curtis, perfecto en su doble papel de señorita y Don Juan impenitente; Jack Lemmon, en su primera colaboración con Wilder, es quizá el mejor de todos, con su alocado comportamiento inicial y la posterior asunción de su rol de mujer, y Marilyn Monroe, impresionante en su papel de mujer espectacular (sus andares por el andén aún hoy son de un erotismo altísimo) a la vez que que ingenua y que tal vez haga el papel de su vida.

Repleta de escenas memorables, como la de las literas, en que se rinde homenaje a los hermanos Marx y el camarote de Una noche en la ópera (Sam Wood, 1935), o el baile entre Lemmon y su novio, Joe E. Brown, con flor incluida, Con faldas y a lo loco es sin duda, una obra de arte perfecta, de esas pequeñas o grandes películas tocadas por la perfección y que no dejarán nunca de maravillarnos. Un clásico inmortal.

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