Dirección: Brian Klugman y Lee Sternthal.
Guión: Brian Klugman y Lee Sternthal.
Música: Marcelo Zarvos.
Fotografía: Antonio Calvache.
Reparto: Bradley Cooper, Jeremy Irons, Dennis Quaid, Olivia Wilde, Zoë Saldana, Ben Barnes, Nora Arnezeder, Michael McKean, John Hannah, J. K. Simmons, Ron Rifkin, Zeljko Ivanek.
Clayton Hammond (Dennis Quaid), un famoso escritor, realiza una lectura pública de algunas partes de su nueva novela, titulada "Words", donde cuenta la historia de un plagio.
Lo más interesante de El ladrón de palabras (2012) es que expone un importante dilema y deja abiertas la puertas a diferentes interpretaciones o cómo podemos reaccionar ante lo planteado: aceptándolo, indignándonos, comprendiéndolo.... La clave está en que no es un mensaje rotundo, una moraleja incuestionable, sino la puerta a todo un mundo de explicaciones e interpretaciones.
La manera de contarnos la historia de un plagio, de un escritor que no encuentra la inspiración o que quizá carece del talento que desearía tener y plagia un libro que encuentra por casualidad me parece todo un acierto. Estamos ante un libro dentro de otro libro que encierra otro libro más, un juego de matrioskas que ya de por sí resulta fascinante. ¿Donde empieza y termina la realidad?, ¿es todo un juego ideado por Hammond o está basado en hechos reales? Poco importa en verdad, que cada uno lo interprete a su manera. Lo importante está en la historia de Rory Jansen (Bradley Cooper) y en la manera casi inocente en que se ve envuelto en el plagio: sucumbe a la belleza del texto encontrado y lo copia para saborearlo, para soñar que esas palabras son suyas. Y luego mantiene la mentira ante su esposa (Zoë Saldana) porque no desea quebrar esa luz que ha brotado en ella. Rory no es un trepa, un aprovechado, solamente ha cometido el pecado de soñar y dejarse llevar por ese sueño, sin pensar en las consecuencias o el daño que podía hacer al autor porque... ¿quién escribió esa historia? Es una pregunta que en el éxtasis en que se ha metido Rory ni llega a plantearse.
Pero aparece el autor, un anciano (Jeremy Irons), que lo enfrenta a la verdad: le ha robado su libro, le ha robado ¡su vida!
Pero lo hermoso de El ladrón de palabras es que no se trata de thriller, ni siquiera de una historia de venganza, de saldar cuentas. Es algo mucho más profundo e interesante. Es una historia sobre la vida, sobre el amor verdadero y cómo puede resultar irrealizable, sobre el fracaso personal, la culpa, sobre llevar la carga de nuestros pecados sin necesidad de buscar el perdón, sobre saber aceptarse a uno mismo, hasta lo que menos nos gusta y no buscar consuelo por ello, sino aceptarlo como parte de nosotros mismos, como parte de la existencia.
Lo fácil habría sido derivar la historia al terreno del castigo y la humillación por el plagio. Lo inteligente, lo hermoso ha sido llevarlo al terreno de las dudas, de las preguntas, de la comprensión... No es una historia moralista, es un relato sobre la vida, que no siempre es justa ni sencilla ni gratificante. Hacemos muchas cosas que no son nobles u honestas, pero ello no nos convierte necesariamente en monstruos, sino en seres humanos.
Si el contenido me pareció muy interesante, la manera de expresarlo de los directores fue sencillamente hermoso. Apoyándose en una fotografía realmente mágica en muchos momentos y con un discurso preciso, la cantidad y calidad de lo narrado convirtió la experiencia de disfrutar del film en un paseo agradable, donde los minutos iban cayendo sin que nos sintiéramos en ningún instante fatigados, sino, al contrario, deseando más. Pocas veces recientemente me ha sucedido algo parecido, sino que más bien suele suceder lo contrario.
Con un convincente Bradley Cooper y el talento de Jeremy Irons encabezando un elenco especialmente acertado, El ladrón de palabras me ha parecido un film rico, suntuoso, denso y sensible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario