El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 28 de febrero de 2023

Ojalá fuera cierto



Dirección: Mark Waters.

Guión: Peter Tolan y Leslie Dixon (Novela: Marc Levy).

Música: Rolfe Kent.

Fotografía: Daryn Okada.

Reparto: Reese Witherspoon, Mark Ruffalo, Donal Logue, Dina Waters, Ben Shenkman, Ivana Milicevic, Caroline Aaron, Rosalin Chao, Ron Canada, Willie Garson, Jon Heder.

David (Mark Ruffalo), tras buscar sin éxito un piso que le guste, encuentra finalmente un precioso apartamento, el único problema es que un día se encuentra en el salón con Elizabeth (Reese Witherspoon) que afirma que ese es su piso.

Comedia romántica con un toque fantástico que nos recuerda a historias como El fantasma y la señora Muir (Joseph L. Mankiewicz, 1947), lo que exige cierta complicidad por nuestra parte para aceptar la premisa sobre la que gira la comedia, lo cuál resulta bastante sencillo, pues ese mínimo detalle en realidad es secundario en cuanto al verdadero sentido de la historia: desarrollar un romance que enganche al público y le deje un agradable sabor de boca, pues en el fondo es evidente que siempre preferimos un final reconfortante.

La clave en este tipo de propuestas es hacer que las piezas resulten atractivas y el drama sea lo bastante intenso como para atraparnos. Y a pesar de las buenas intenciones de Mark Waters hay algo que no termina de funcionar como debiera.

Para empezar, mientras el personaje de Elizabeth está bien definido, una joven doctora tan entregada a su trabajo que no tiene vida personal, el de David permanece en las sombras hasta bien entrada la película. Se opta por esta opción para crear cierto misterio sobre su soledad y su vida entregado a la bebida sin contacto con nadie. Pero considero que habría sido mejor para el desarrollo que se hubiera dedicado un tiempo al comienzo de la cinta a explicar su pérdida personal, con lo que habríamos empatizado más con él.

Es interesante el recurso de la desconexión de Elizabeth, en coma durante tres meses, lo que supondría su muerte física y la de su fantasma. Es un detalle básico para crear el conflicto que permita el climax final y como elemento dramático funciona perfectamente. Para algunos podría ser además una especie de denuncia sobre la eutanasia, pero me parece llevar un poco lejos un recurso que está ahí simplemente porque es necesario para el desenlace correcto de la historia.

También la pareja protagonista encaja muy bien, pues tanto Reese Witherspoon como Mark Ruffalo encarnan con solvencia sus personajes y resultan lo suficientemente atractivos para que empaticemos fácilmente con ellos.

Pero en general, creo que a la historia le faltan cosas; por ejemplo, más intensidad en la manera de desarrollar el enamoramiento de los protagonistas, pues el guión dedica más tiempo a sus disputas iniciales y a intentar averiguar después quién es Elizabeth que al verdadero romance y también se pierde a veces en detalles innecesarios, como el de la vecinita (Ivana Milicevic) empeñada en acostarse con David, que parece un añadido sin mucho sentido y que no termina de encajar con la historia. En cambio, el personaje del empleado de la librería experto en fenómenos extraños (Jon Heder) podía dar más juego del que finalmente se le saca, como se había demostrado muy bien en Ghost. Más allá del amor (Jerry Zucker, 1990) con el personaje de Oda Mae (Whoopi Goldberg).

Y el desenlace tampoco me acabó de convencer, empalagoso en exceso y que denota un desesperado y algo teatral intento final por conmovernos a toda costa, pero ello se consigue con un buen planteamiento a lo largo de toda la película.

Ojalá fuera cierto termina resultando una comedia discreta, no tan eficaz como hubiera podido ser de haberse enfocado todo de otra manera. Se deja ver con agrado gracias al trabajo de los dos protagonistas y a que este tipo de historias resultan gratificantes, pero se queda por detrás de las mejores cintas de corte parecido.

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