El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 20 de febrero de 2023

¡Jo, qué noche!



Dirección: Martin Scorsese.

Guión: Joseph Minion.

Música: Howard Shore.

Fotografía: Michael Ballhaus. 

Reparto: Griffin Dunne, Rosanna Arquette, Verna Bloom, Thomas Chong, Cheech Marin, Linda Fiorentino, Teri Garr, Catherine O´Hara, John Heard, Dick Miller, Will Patton, Robert Plunket.

Tras una rutinaria jornada en la oficina, Paul Hackett (Griffin Dunne), aburrido, se va a una cafetería donde conoce a Marcy (Rosanna Arquette), que le da su número de teléfono y se separan. Cuando más tarde, Paul se decide a llamarla no puede adivinar que será el comienzo de una noche terrorífica.

Tras el mal recibimiento de El rey de la comedia (1983) y la cancelación de su proyecto para filmar La última tentación de Cristo, Martin Scorsese decide cambiar de registro y realizar un film modesto, personal y el resultado fue ¡Jo, qué noche! (1985), una disparatada comedia que, salvando las distancias, entronca con la screwball comedy de los años treinta del siglo XX.

Paul lleva una vida aburrida. Su trabajo parece que no le satisface demasiado y tampoco tiene pareja, por lo que al salir del trabajo le espera una tarde solitaria. Aburrido con la programación de la televisión, decide irse a una cafetería y allí entabla conversación con una joven. Parece que no hay nada más, pero ella le da su número de teléfono y Paul finalmente le telefonea. Ante el entusiasmo de Marcy, él decide acercarse hasta su apartamento, en el SoHo, con la esperanza tal vez de pasar un buen rato con ella.

Pero lo que podría haber sido una velada romántica, y algo más, se va torciendo poco a poco, primero en el taxi, al perder Paul sus únicos veinte dólares, y luego en el apartamento de Marcy, una joven un tanto alocada y desconcertante con la que Paul no sabe qué esperar, por lo que decide largarse de allí y volver a su casa resignado.

Pero algo en apariencia tan sencillo como regresar a su apartamento se va complicando incomprensiblemente y Paul termina viviendo una auténtica pesadilla, topando con personajes más extraños cada vez hasta verse perseguido por una patrulla de vecinos que lo creen responsable de los robos que asolan el barrio.

Todo en ¡Jo, qué noche! es extraño, surrealista incluso. No vale la pena intentar buscarle una lógica o explicación a lo que ocurre ni porqué ocurre. Es como si todos los bichos raros de la ciudad se encontraran con Paul y éste, además de sorprendido, tampoco toma las mejores decisiones. Al final, cansado, sin dinero y perseguido por unos vecinos exaltados, Paul estará al borde de la locura, de manera que la vuelta a su oficina, frente a la que aterriza por casualidad ya por la mañana, resulta una salvación. Si el film no fuera tan extraño parecería encerrar un mensaje sobre lo positivo de una vida rutinaria y segura, aunque creo que no era esa la intención.

La manera en que el guión va hilando la serie de desgracias que le acontecen a Paul es bastante ingeniosa y, dentro de lo anómalo de personajes y sucesos, todo tiene una causa-efecto bastante lógica. 

Ahora bien, reconociendo la originalidad de la historia y algunos momentos interesantes, el conjunto resulta un tanto insulso. Cuesta empatizar con Paul y apiadarse de sus desgracias, tal vez por el toque irreal que impregna sus desventuras, que parecen más un mal sueño que una realidad. Algunas partes no están del todo bien diseñadas, hay personajes de los que habría sido necesario saber algo más y, en general, el film desprende un aroma de estar incompleto, como si solo fuera un boceto.

Es evidente que el que lo firme un director como Scorsese mueve a la crítica favorable. Suele ser una especie de inercia la que nos lleva a ser positivos con alguien que ha demostrado de sobra su talento, como si por ello no pudiera tener un traspiés. No se si calificar este film como fallido, pero sí que puedo decir que no lo disfruté especialmente. Entre momentos de aburrimiento y un evidente distanciamiento con lo que veía, la experiencia fue más algo curioso que algo agradable, simpático o estimulante.

Queda como una curiosidad en la filmografía de un director genial en ocasiones pero un tanto irregular a lo largo de su carrera. 

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