Dirección: King Vidor.
Guión: Laurence Stallings y Talbot Jennings (Novela: Kenneth Roberts).
Música: Herbert Stothart.
Fotografía: Sidney Wagner y William V. Skall.
Reparto: Spencer Tracy, Robert Young, Walter Brennan, Ruth Hussey, Nat Pendleton, Louis Hector, Robert Barrat, Lumsden Hare.
1759, tras ser expulsado de la universidad, Langdon Towne (Robert Young) quiere ser pintor. Tras huir de la justicia, acaba alistándose en los Rangers de Roger en parte por su deseo de pintar a los nativos norteamericanos, algo que nadie ha hecho aún.
Paso al noroeste (1940) adapta la primera parte del libro de Kenneth Rogers que, precisamente en su segunda parte, que nunca se llegó a rodar a pesar de haberse planteado la idea, relata en efecto esa búsqueda del paso al noroeste que en esta película solamente se anuncia justo al final.
Lo que se relata ahora es la expedición de los Rangers de Rogers hacia St. Francis para destruir a la tribu de los indios Abenakis, que asolaban a los blancos con sus continuas incursiones en sus tierras.
Paso al noroeste es un western realmente original. Se asemeja más a un film de aventuras y aunque es una película ambiciosa y con momentos sorprendentes resulta también algo desequilibrada.
La expedición de castigo y el regreso de los rangers está realmente muy bien narrada, con rodaje en exteriores y un lujo de detalles sobre los obstáculos que debían superar así como las penalidades por la escasez de alimentos realmente excelentes. El problema tal vez es la excesiva duración de este relato que vuelve algunos momentos en algo repetitivos y llega a penalizar el ritmo de la historia. Si se hubiese acortado algo esta parte creo que el resultado hubiera ganado en intensidad.
Sorprendente resulta también el ataque a St. Francis y el exterminio de la tribu india por su crudeza, pues recordemos que estamos en 1940. Y en relación con esto, resaltar el claro mensaje contra los indios, presentados con una brutalidad poco habitual. El relato de las atrocidades que cometen con los blancos pone los pelos de punta. Está claro que la película se posiciona debidamente del lado de los colonizadores, lo que era habitual en esos años y en este tipo de películas claramente propagandísticas en el relato de la colonización. Hasta más tarde no empezarán a surgir obras revisionistas que darán un punto de vista opuesto al presente sobre la creación de los Estados Unidos.
Lógicamente, la idea que surge de inmediato es la de tachar al film de racista. No caeré en esa trampa. Sencillamente es un producto de una época y no se debe juzgar el pasado con la mentalidad actual. Claro que comprendemos que estamos ante una visión parcial de la historia, pero emitir juicios con nuestras ideas actuales es injusto. Aún así, la visión de la historia no es objetiva.
Otro detalle que me pareció realmente interesante es la gran calidad de los diálogos, que superan con mucho los que estamos acostumbrados a escuchar en los westerns, menos profundos que los que disfrutamos aquí, y que encierran pequeñas joyas que invitan a reflexionar y le dan una dimensión más profunda al relato que el de la mera descripción de una aventura bélica.
Junto a la excesiva duración, quizá otro elemento que no ha resistido demasiado bien el paso del tiempo es el encendido elogio del mayor Rogers (Spencer Tracy), personaje real que esta película engrandece sin medida: Rogers es un hombre sin tacha, siempre eligiendo la mejor opción en cada momento, indiferente al desánimo, justo y valiente hasta el extremo, un líder capaz de conseguir que sus hombres lo siguieran hasta el fin del mundo. La escena final de la película, que pretende ser el broche de oro a este dibujo del héroe, resulta un tanto sobrecargada.
Paso al noroeste es una aventura ambiciosa, con momentos brillantemente realizados, firme en sus propósitos y que ideológicamente no ha resistido muy bien el paso del tiempo. Resulta entretenida aunque excesiva en duración y enfoque unidireccional.
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