El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 23 de febrero de 2023

La casa de las dagas voladoras



Dirección: Zhang Yimou.

Guión: Zhang Yimou, Li Feng y Wang Bin.

Música: Shigeru Umebayashi.

Fotografía: Zhao Xiaoding.

Reparto: Zhang Ziyi, Takeshi Kaneshiro, Andy Lau, Song Dandan.

En el año 859, la dinastía Tang está en decadencia y surgen grupos rebeldes que luchan contra el gobierno corrupto. El más importante de ellos es la Casa de las Dagas Voladoras por lo que el gobierno ordena terminar con su líder en un plazo de diez días.

Bajo la apariencia de una típica película de artes marciales, La casa de las dagas voladoras (2004) es una trágica historia de amor.

Es complicado abordar un análisis de la película como esta. Tiene elementos que podrían situarla casi como una obra de arte pero, por otra parte, si nos atenemos estrictamente a su argumento, descubrimos que encierra no pocas trampas y demasiados tópicos, a parte de una simplicidad casi sonrojante.

Es por ello que la única manera que encuentro de aproximarme a ella es como un cuento, casi una mera fantasía. Y de este modo puedo admitir la simplicidad del argumento, tramposo y cargado de tópicos que es más propio de un cómic que de una película con visos de realidad. Vista así, se admiten sin demasiadas complicaciones esas coreografías de las luchas tan irreales, que tienen más de bailes que de batallas y donde la imaginación desbordante del realizador supera cualquier limitación física.

De igual manera que el despliegue técnico para convertir el relato en un espectáculo visual suntuoso y deslumbrante, donde una fotografía extremadamente preciosista busca en todo momento crear cuadros de belleza absoluta con colores brillantes y saturados y paisajes de ensueño que provocan un aluvión de escenas realmente sorprendentes.

Sin embargo, es precisamente ese aire de cuento, de irrealidad que recorre de arriba a abajo la historia lo que le resta profundidad al relato. Me duele reconocerlo, pero el trágico desenlace no llegó a conmoverme. Puede que por haberlo anticipado, pero también por la manera un tanto chapucera en que es presentado, llevando la situación al límite en busca de un dramatismo extremo y logrando, curiosamente, el efecto contrario, pues extender tanto el duelo final, añadiendo además esa especie de resurrección increíble, convierten el momento cumbre en una pantomima ridícula.

Muchas veces mi intuición me avisa frente a ciertas películas de manera que sin verlas me llego a formar una opinión bastante fiable de ellas. Con La casa de las dagas voladoras tenía ciertos indicios no muy favorables aunque, dadas las críticas, me decía que tal vez fueran infundados. Finalmente, he de admitir que no me parece una mala película, ni mucho menos. Es imposible no admirar su belleza formal y reconocer el esfuerzo por crear una historia apasionante y hermosa. Pero si solo me fijara con el lado meramente estético me estaría quedando a medias. En una película busco también que me llene con su contenido. Ha de haber un equilibrio entre forma y fondo y en este caso no se da. Me cautivó estéticamente, es cierto, pero me produjo indiferencia la historia de amor y ello, cuando el relato pretendía mostraros un desgarrador romance, no deja de revelar las carencias de la película a la hora imprimir emoción al contenido.

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