Dirección: David Fincher.
Guión: Steven Zaillian (Novela: Stieg Larsson).
Música: Trent Reznor y Atticus Ross.
Fotografía: Jeff Cronenweth.
Reparto: Daniel Craig, Rooney Mara, Christopher Plummer, Stellan Skarsgård, Steven Berkoff, Robin Wright, York Van Wageningen, Joely Richardson, Geraldine James, Goran Visnjic, Donald Sumpter, Ulf Friberg.
Henrik Vanger (Christopher Plummer), industrial retirado, contacta con el periodista Mikael Blomkvist (Daniel Craig) para pedirle que investigue la desaparición de su sobrina-nieta, ocurrida cuarenta años atrás.
Adaptación norteamericana de la primera novela de la exitosa saga Millennium de Stieg Larsson, que ya había sido llevada a la pantalla por una producción sueca en 2009 (Millennium 1: Los hombres que no amaban a las mujeres). Estamos ante un buen trabajo de David Fincher que mantiene la tensión eficazmente durante los ciento cincuenta y ocho minutos que dura la cinta, lo que es todo un mérito.
Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres (2011) tiene, como toda historia de crímenes, una baza muy importante para atrapar al espectador, pues cualquier misterio va a despertar nuestra curiosidad y a mantenernos expectantes hasta la revelación final.
Pero esa baza a favor de un film de suspense es también su mayor peligro, pues es importante llenar el espacio entre el comienzo y el desenlace de manera convincente o se arruinarían las expectativas. Además, la resolución del misterio también ha de ser coherente, pues sino se echaría por tierra también el suspense creado y quedaría todo como una chapuza. Pero Fincher cuenta con una buena carta: la novela de Stieg Larsson tiene los elementos necesarios para "amueblar" convenientemente el nudo de la historia: crímenes, sexo, abusos, corrupción... Todo un repertorio de lo peor que puede hacer una persona. Tan solo hace falta tener buena mano para hacer que las imágenes reflejen convincentemente el misterio y su desenmarañamiento.
Y en esta tarea el director muestra tener oficio de sobra y nos ofrece un relato sin tiempos muertos que nos engancha desde el comienzo hasta el final sin un minuto de respiro. Bueno, quizá la parte que sigue al descubrimiento de los culpables, ese añadido en el que Lisbeth (Rooney Mara) desenmascara al empresario Hans-Erik Wennerström (Ulf Friberg), resulte un poco menos interesante, pues esta trama secundaria en realidad me parecía del todo prescindible y es evidente que no tiene el mismo interés ni de lejos que la principal, por lo que no hubiera pasado nada dejando ese cabo sin atar tan perfectamente.
En todo caso, la historia transcurre como sobre railes, con el interés de la intriga y la apasionante sucesión de indicios que van desvelando el misterio lentamente. Es verdad que, bien mirado, el caso resulta un tanto rebuscado, con ese extraño morbo que parece dominar a las historias de los países nórdicos. Pero tampoco es algo que chirríe o resulte inverosímil si partimos la base de que la familia Vanger, como confiesa el anciano Henrik a Mikael, está formada por lo peor de lo peor.
Con Daniel Craig dando vida a un muy convincente Mikael Blomkvist, que tiene su punto rocoso sin perder su vulnerabilidad, y una excelente Rooney Mara, que resulta realmente terrorífica cuando se la provoca, la película se apoya también en un reparto de secundarios espectacular, donde destaca Stellan Skarsgård, muy perturbador con ese punto de locura que le imprime a su personaje, el veterano Christopher Plummer o el maravilloso Donald Sumpter, del que lamento que no tuviera más minutos.
Más allá de constituir una atractiva investigación, la película también es un escalofriante recorrido por las depravaciones y miserias de la naturaleza humana que nos deja un genuino desasosiego ante tal repertorio de maldad oculto bajo una aparente normalidad, revestida incluso en muchos casos de respetabilidad.
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