Dirección: George Marshall.
Guión: Sam Marx y T. J. Morrison (Historia: S. K. Kennedy).
Música: Mischa Spoliansky.
Fotografía: Erwin Hillier.
Reparto: Jeanne Crain, Dana Andrews, David Farrar, Patrick Barr, George Coulouris, Charles Goldner, Wilfrid Hyde White, Mary Merrall, Heather Thatcher.
Cuando Perry Henderson (David Farrar), un hombre de negocios, muere ahogado Scott Walters (Dana Andrews) decide investigar por su cuenta puesto que Henderson acababa de suscribir una póliza con su compañía de seguros de dos millones de dólares.
Duelo en la jungla (1954) encierra en la esencia de su argumento una propuesta con ciertas posibilidades, pues se reúnen en la historia la aventura, el romance y una buena dosis de intriga. El problema es que ni el guión ni George Marshall consiguen sacar todo el potencial de la historia.
La verdad es que el argumento empieza con cierto interés por la atracción de Scott hacia la secretaria de Henderson, Marian Taylor, interpretada por una atractiva Jeanne Crain, y las sospechas de que en la muerte del comerciante puede haber algo raro. Evidentemente, no es difícil intuir que Henderson vive y solamente intenta estafar al seguro, pero el arranque de la cinta en todo caso resulta interesante.
Sin embargo, el problema es que el guión es incapaz de continuar el desarrollo con cierta lógica y empieza a complicarse innecesariamente llegando a soluciones algo curiosas. Aunque lo peor, desgraciadamente, se concentra en el final, que resulta demasiado forzado, previsible e inverosímil. La idea parece ser provocar el máximo de tensión posible con la persecución por parte de Henderson de los protagonistas y el añadido de los peligros de la selva. Sin embargo, la falta de mesura lleva el desenlace a un punto de exageración y casualidad que lo hacen bastante ridículo.
Tampoco me parece que George Marshall aporte demasiado a la historia. Su trabajo es rutinario y sin mucha originalidad. Resuelve las situaciones con total simplicidad, a veces demasiada, y no logra crear un discurso especialmente atractivo.
Solamente la presencia de la atractiva Jeanne Crain y de Dana Andrews, un actor que nos dejó en esa época algunos trabajos interesantes en las inolvidables Laura (Otto Preminger, 1944) y Los mejores años de nuestra vida (William Wyler, 1946), logran atenuar un poco la sensación de que estamos ante un film bastante mediocre y no demasiado ambicioso. Sirve para pasar un rato entretenido, pero sin aportar demasiado en ninguno de los temas abordados ni siendo tampoco una película de aventuras especialmente interesante.
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