El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 11 de octubre de 2023

Promesas del este



Dirección: David Cronenberg.

Guión: Steven Knight.

Música: Howard Shore.

Fotografia: Peter Suschitzky.

Reparto: Viggo Mortensen, Naomi Watts, Vincent Cassel, Armin Mueller-Stahl, Sinéad Cusack, Olegar Fedoro, Jerzy Skolimowski, Donald Sumpter, Josef Altin.

Anna (Naomi Watts), una comadrona, asiste al parto de un bebé en el que la madre muere, pero deja un diario en el cuenta cómo fue violada por un jefe de la mafia rusa.

David Cronenberg ya nos había adentrado en un universo de violencia parecido al de Promesas del este (2007) con su anterior largometraje, Una historia de violencia (2005), también con Viggo Mortensen de protagonista. Es un estilo que domina con facilidad, si bien aquí el guión toma un giro final que no me terminó de convencer.

La película gira en torno a la relación que se establece entre Anna y Nikolai Luzhin (Viggo Mortensen), el chofer de un importante jefe de la mafia rusa de Londres, Semyon (Armin Mueller-Stahl), que bajo su apariencia amable es un frío y despiadado asesino.

La parte sin duda más interesante del relato tiene lugar al comienzo, cuando vemos como una inocente Anna, ajena al mundo criminal y despiadado de la mafia rusa, confía sin sospechar nada en Semyon para que le traduzca el diario de la adolescente muerte con el fin de encontrar a la familia de su bebé. Es realmente escalofriante ver cómo se mete en la boca del lobo y, cuando al fin comprende la situación, es ya demasiado tarde.

Sin embargo, echo de menos un enfoque más sincero de su relación con Nikolai. Parece que la búsqueda de un estilo seco por parte de Cronenberg le lleva a enfocar ciertos momentos importantes con un distanciamiento que casa con el estilo buscado, pero resta sin duda cercanía y emoción al relato. Relato que bajo ese prisma destila estilo, pero a costa de resultar demasiado teatral, con un desarrollo que no termina de parecer natural. Es el peaje que paga el director por potenciar el estilo al resultado.

Y fruto de ese enfoque tenemos personajes extraños, con comportamientos que no terminamos de entender del todo, como el tío de Anna, Stefan (Jerzy Skolimowski) y sobre todo Kirill (Vincent Cassel), el hijo de Semyon, que resulta tan teatral que cuesta tomarlo en serio y además provoca un trabajo algo excesivo por parte de Vincent Cassel, un actor capaz de mejores interpretaciones pero al que lastra su personaje.

En lo que sí que repara Cronenberg, como desgraciadamente es habitual en el cine contemporáneo, que ha perdido la sutileza sin remedio, es cuando ha de afrontar las escenas más violentas, con un despliegue de detalles y sangre repugnantes. Es cierto que la pelea en la sauna resulta espectacular, demostrando el talento como coreógrafo del director, pero le sobran ciertos detalles demasiado duros.

Sin embargo, lo peor de todo es el giro del argumento en relación con el personaje de Nikolai, no solamente porque no viene al caso ni aporta nada interesante a la historia, sino porque es tan sorprendente que queda como una concesión idiota para redimir o explicar un personaje que tenía mucho más sentido tal y como lo describía al principio.

La sensación final es que la película tiene indudables puntos de interés pero que, sometida a ese ejercicio de frialdad por parte del director, se queda en un relato cojo de sentimientos y que no termina de sacar todo el potencial que encierran los personajes. 

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