El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 1 de marzo de 2023

Yo soy Dolemite



Dirección: Craig Brewer.

Guión: Scott Alexander y Larry Karaszewski.

Música: Scott Bomar.

Fotografía: Eric Steelberg.

Reparto: Eddie Murphy, Keegan-Michael Key, Mike Epps, Craig Robinson, Tituss Burgess, Da´vine Joy Randolph, Kodi Smit-McPhee, Snoop Dogg, Ron Cephas Jones, Wesley Snipes.

Rudy Ray Moore (Eddie Murphy) ha intentado triunfar en el mundo del espectáculo sin éxito, por lo que sigue trabajando en una pequeña tienda de discos y como presentador en un club nocturno. Sin embargo, no se rinde y cuando escucha a un vagabundo contar anécdotas rimadas, cree que debe intentarlo una vez más. 

Yo soy Dolemite (2019) repite una fórmula vista con frecuencia: rendir homenaje a una figura del mundo del espectáculo que alcanzó el éxito partiendo de la nada. Hay muchas películas biográficas sobre estrellas del cine o el espectáculo, pero un ejemplo cercano lo tenemos con Man of the Moon (Milos Forman, 1999).

¿Qué aporta de novedoso la película de Craig Brewer? Nada. Yo soy Dolemite sigue las pautas más conocidas de este tipo de historias y en el desarrollo de la misma no encontraremos ninguna sorpresa, nada que se salga del guión ya tantas veces visto.

Partimos de la triste existencia rutinaria de Rudy, que ha visto como todos sus intentos de hacerse con un nombre en el mundo del espectáculo han fracasado y se contenta con contar algún que otro chiste cuando ejerce de presentador en un club de mala muerte. Pero hasta ahí le coartan su iniciativa, obligándole a ceñirse a su rol de presentador. Pero Rudy no se rinde, sus sueños son más fuertes que la realidad y no se da por vencido. Y un día decide apropiarse de los chistes soeces que cuenta un vagabundo, mejorarlos y probar fortuna adoptando la personalidad de un personaje ficticio: Dolemite. Y sorprendentemente la cosa funciona y partiendo de su club empieza a hacer actuaciones en otras ciudades e incluso graba discos que terminan en las listas de ventas. Rudy al fin ha dado con la tecla del éxito.

Y cuando cualquiera se hubiera contentado con llegar hasta ahí, para Rudy aún no es suficiente y se embarca en una aventura realmente increíble: rodar una película. Casi sin recursos, a base de convencer a técnicos, al guionista, actores e inversores, Rudy se saca de la manga un film muy personal, bastante cutre además, en el que invierte todo lo que posee y algo más. 

Al final, naturalmente, todo terminará bien y nuestro héroe logrará ver realizados sus sueños: será famoso, tendrá sus momentos de gloria y pasará a la historia del mundo del espectáculo.

Como vemos, nada demasiado original en cuanto a argumento, pero Yo soy Dolemite añade además otros inconvenientes.

Por un lado, el personaje de Rudy Ray Moore es desconocido para nosotros y, por lo visto en la película, tampoco es que fuera nadie extraordinario, del estilo de Charles Chaplin, por ejemplo, como para que su biografía pueda resultar apasionante. Además, el humor de Rudy es realmente personal y muy vinculado a su época y su cultura, de manera que es difícilmente exportable. Los chistes que cuenta y que hacían morirse de risa al público negro que llenaba las salas donde actuaba no me resultaban en absoluto graciosos, de manera que algo fallaba en la esencia misma de la historia.

Por otra parte, la película está enfocada de manera superficial, centrándose exclusivamente en el ascenso de Rudy a base de mostrar sus actuaciones y sus diferentes proyectos. Falta el enfoque humano, de manera que nunca me he sentido cercano a la persona, no he sufrido con sus sueños fracasados ni me he entusiasmado con su éxito: me era indiferente, simplemente seguí el ritmo de sus actuaciones, pero sin llegar a vivir lo que pasaba en el interior de esa persona, que se ve tan solo como el humorista, el cómico.

Además, la manera de narrar su camino hacia el estrellato es del todo rutinaria, sin nada que la diferencie de otras cintas similares. Y como el personaje, como decía antes, no es ni conocido ni una estrella universal, pues vivimos sus peripecias sin verdadera curiosidad o interés.

Puede que para los seguidores de Eddie Murphy la película tenga el valor añadido de disfrutar de su regreso a la primera línea y hemos de reconocer que su trabajo es notable. Pero más allá de eso, Yo soy Dolemite me pareció un film mediocre en cuanto a contenido y mensaje, además de que su excesiva duración lo hace finalmente un tanto pesado para lo que nos tiene que contar.

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