Dirección: Alan Parker.
Guión: Alan Parker (Novela: T. Coraghessan Boyle).
Música: Rachel Portman.
Fotografía: Peter Biziou.
Reparto: Anthony Hopkins, Bridget Fonda, Matthew Broderick, John Cusack, Dana Carvey, Jacob Reynolds, Michael Lerner, Lara Flynn Boyle, Traci Lind, Camryn Manheim, Colm Meaney, John Neville.
El doctor John Harvey Kellog (Anthony Hopkins) dirige un balneario donde pone en práctica sus teorías de vegetarianismo y limpieza intestinal. Allí acuden William Lightbody (Matthew Broderick ) y su esposa Eleanor (Bridget Fonda) para someterse a una cura.
Curiosa comedia que juega con personajes reales, como John Harvey Kellog, el inventor de los cereales para el desayuno, para crear una sátira sobre variedad de temas: las costumbres burguesas, la represión sexual, el feminismo, los estafadores de toda condición, la obsesión por la salud, los puritanos, los vegetarianos... todo tiene cabida en una propuesta con tintes surrealistas que, a pesar de sus buenas intenciones, acaba cayendo en la vulgaridad y en la ausencia de un argumento bien estructurado.
Porque lo que sacamos en claro de El balneario de Battle Creek (1994) es que Alan Parker parecía tener un buen cúmulo de propuestas que no supo encajar en una historia con cierto sentido. Es notable la falta de unas directrices que guíen a los personajes por un discurso que lleve a alguna parte. En lugar de eso, la película se asemeja más a una serie de secuencias entrelazadas que abundan en un humor bastante infantil centrado en el sexo y las situaciones escatológicas. Hay momentos de cierta gracia, pero la repetición de la misma fórmula termina agotando la idea y solo nos lleva a un mayor disparate cuando el director pretende elevar el nivel y la intensidad conforme nos acercamos al final.
Los personajes resultan demasiado simples, cuando no estereotipados o directamente incomprensibles, de manera que cuesta un mundo empatizar con ellos. Hasta Anthony Hopkins resulta grotesco en una caracterización excesiva que lleva a un histrionismo muy poco refinado. Mejor papel les toca a Matthew Broderick y Bridget Fonda, aunque terminamos con la sensación de que tampoco estos personajes terminan de estar bien definidos, con reacciones que parecen arbitrarias en muchos momentos.
En cambio, hay que reconocer el acierto en la puesta en escena, realmente elegante, demostrando un buen gusto en todos los detalles. Visualmente es donde la película logra finalmente los mejores registros.
Sin un argumento fuerte, con un desarrollo poco coherente y bromas infantiles y repetitivas, está claro que El balneario de Battle Creek no es un ejemplo de una buena comedia, dejando claro que falta inspiración y sobran excesos.
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