El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 10 de febrero de 2024

La hora de la araña



Dirección: Lee Tamahori.

Guión: Marc Moss (Novela: James Patterson).

Música: Jerry Goldsmith.

Fotografía: Matthew F. Leonetti.

Reparto: Morgan Freeman, Monica Potter, Michael Wincott, Penelope Ann Miller, Dylan Baker, Michael Moriarty, Mika Boorem, Jay O. Sanders, Billy Burke.

Gary Soneji (Michael Wincott), un peligroso psicópata, secuestra a la pequeña Megan (Mika Boorem), hija de un senador (Michael Moriarty) y decide involucrar en el caso al doctor Alex Cross (Morgan Freeman), un experto en el comportamiento criminal retirado.

James Patterson es un famoso escritor de best sellers protagonizados por el doctor Alex Cross. Ya en 1997 se había llevado a la pantalla su obra El coleccionista de amantes (Gary Fleder), protagonizada por Morgan Freeman en la piel del doctor. El éxito del largometraje parece que animó a la Paramount a adaptar la primera novela de Patterson, La hora de la araña (2001).

Sobre el papel, La hora de la araña cuenta con muchas bazas para funcionar: posee una de esas intrigas que juega con las pistas que ha de ir desenmarañando un astuto e inteligente detective. Es de esos juegos de ingenio que siempre suelen captar nuestra a atención.

Y de hecho, el comienzo es prometedor, salvando el prólogo (una operación que sale mal y lleva al detective Cross a un retiro lleno de reproches y dolor) que me parece demasiado manido como para funcionar bien. Lo que suele suceder con este tipo de argumentos es que mantienen el interés mientras no se descubre su juego y, entonces, o bien logran redondear la trama con un final interesante, o bien lo arruinan revelando las enormes trampas y carencias del entramado. Por desgracia, La hora de la araña está en esta segunda categoría.

De hecho, una vez terminada la película, si analizamos bien la historia, ya en el principio encontramos demasiados cabos sueltos como para que la intriga se mantenga con coherencia. Pero son detalles que se pasan por alto al estar preocupados en seguir el hilo de los acontecimientos. Pero es el desenlace donde el guión tiene que mostrar definitivamente su débil entramado, lleno de pistas falsas, giros sin mucha lógica y una conspiración que ni siquiera el guionista se esfuerza en explicar puesto que no hay por donde cogerla.

Y menos mal que contamos con Morgan Freeman, que al menos le da un punto de calidad a su personaje, aunque también es cierto que algunas de sus deducciones resultan tan peregrinas que cuesta tomarlas en serio, como adivinar la contraseña del ordenador de la agente Jezzie Flannigan (Monica Potter), mientras que otras pistas saltan a la luz con demasiada facilidad, como la casa en la que Jezzie mantiene secuestrada a Megan. Son detalles que van socavando la supuesta agudeza del guión, que se hunde sin remedio en el último tramo.

Pero también es cierto que salvo Freeman, el resto del reparto no brilla demasiado, de lo que la culpa también reside de nuevo en un guión que deja a la mayoría de participantes en la sombra, quedando un relato al que le faltan "muebles".

La clave está en valorar si el buen ritmo, la adecuada puesta en escena y los momentos de tensión, que no son pocos, consiguen paliar un poco el decepcionante final o éste, tan falso como es, arruina por completo todo lo visto antes. Será cada espectador el que establecerá el criterio final pero, objetivamente, La hora de la araña se recordará más como un gran engaño que como un film inteligente. A veces, el querer ir demasiado lejos, rizar el rizo en lugar de contentarse con algo más sencillo y lógico no tiene ninguna recompensa.

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