El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 17 de febrero de 2024

Sunlight Jr.



Dirección: Laurie Collyer.

Guión: Laurie Collyer.

Música: J Mascis.

Fotografía: Igor Martinovic.

Reparto: Naomi Watts, Matt Dillon, Norman Reedus, Tess Harper, Antoni Corone, Adrienne Lovette. 

A Melissa (Naomi Watts) la vida no le sonríe precisamente: tiene un mal trabajo, su pareja Richie (Matt Dillon) es un inválido que no trabaja y bebe demasiado, viven precariamente y encima se queda embarazada.

Con solo un documental y un largometraje a sus espaldas en trece años, Laurie Collyer nos ofrece con Sunlight Jr. (2013) un film tan personal como sincero, un retrato de esa otra América alejada de los éxitos, el dinero y las portadas de los periódicos. 

Sunlight Jr. es un viaje a las clases más desfavorecidas de la sociedad, a los perdedores que no saben qué comerán ese día o donde dormirán, gente que tiene lo justo para ir tirando y ni puede siquiera permitirse ir al médico.

Para este viaje, la directora se centra en Melissa, una joven con ciertas aspiraciones pero que no ha sabido encauzar su vida. Tras una relación con Justin (Norman Reedus), un pequeño traficante que le pegaba, está ahora compartiendo su vida con Richie, un paralítico que a pesar de sus buenas intenciones y promesas no es capaz de dejar de beber ni de encontrar un trabajo que ayude en la economía familiar. Por eso Melissa ha de doblar turnos en un trabajo mal pagado donde además ha de soportar las insinuaciones y amenazas de su superior (Antoni Corone).

La gota que colma el vaso es un inesperado embarazo que, además, termina por costarle el puesto de trabajo a Melissa. Sin dinero, Richie y ella deben dejar el cuarto del motel en que viven y solo les queda el coche para poder dormir. 

Viendo el argumento, todo parece anunciar un melodrama de esos de caja de pañuelos de papel. Sin embargo, la maestría y la elegancia de Collyer no solamente evitan los peligros de caer en las redes de un drama insoportable, sino que elevan el discurso a un nivel de sinceridad y claridad fantásticos.

Collyer no pretende denunciar nada, ni concienciarnos de nada. No busca manipularnos, ni siquiera pretende mostrarnos una moraleja. No es un film edificante, ni esperanzador. La directora nos lleva por un fragmento de realidad desnuda, es como si quisiera hacer una especie de documental sobre una mujer anónima que lucha por sobrevivir como haría cualquier otra. La historia que nos cuenta no tiene un principio claro y el final podría ser el que nos muestra Collyer u otro momento en la vida de Melissa, anterior o posterior. Da la impresión de que nada cambiaría demasiado.

Y sin embargo, a pesar de que no se busca ningún mensaje, creo que algunas cosas quedan claras en la película. La más evidente es la fortaleza de Melissa para seguir adelante y soportar todo lo que le rodea: su novio incompetente, su inútil madre (Tess Harper), su trabajo mal pagado... No es una heroína, es sencillamente una mujer que saca fuerzas de flaqueza, incluso cuando tiene que tomar una decisión muy dura: nada podrá abatirla, aunque el dolor irá macerando por dentro.

En cambio, los hombres en su vida son débiles y egoístas. No creo que Collyer pretenda sentenciar nada con el retrato de Richie y Justin, sino que muchas veces las cosas son así. Una mujer sabe establecer unas prioridades, tiene claro el camino; los hombres a menudo son solo humo, palabras vacías, ilusiones, pero con cierta inmadurez emocional y social profunda. Y es lo que muestra la directora, sin predicar nada más que la realidad de algo que está ahí y que ella es capaz de mostrar sin adornos, sin excesos, con un buen gusto y un acierto totales.

Apoyándose en Naomi Watts y Matt Dillon, ambos sorprendentemente perfectos, Laurie Collier nos lleva a un mundo sin glamour, al día a día de los miserables. Y no necesita de un gran presupuesto, solo de sensibilidad y talento. Pero cuidado: a pesar de ser una historia contada con mesura, el resultado no podría ser otro que un film muy, muy triste. La vida supera la ficción.

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