El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 4 de febrero de 2024

La última noche



Dirección: Spike Lee.

Guión: David Benioff (Novela: David Benioff).

Música: Terence Blanchard.

Fotografía: Rodrigo Prieto.

Reparto: Edward Norton, Philip Seymour Hoffman, Barry Pepper, Rosario Dawson, Anna Paquin, Brian Cox, Tony Siragusa.

Monty Brogan (Edward Norton) está a un día de entrar en prisión, condenado a siete años por tráfico de drogas. Ese último día intenta poner en orden las cosas y despedirse de sus amigos y de su padre (Brian Cox).

Original relato basado en una novela, lo que se nota y no siempre para bien, La última noche (2002) es un retrato de una generación consumista y materialista, pero también nos muestra los miedos y debilidades del ser humano con una sinceridad encomiable.

En principio, la película nos cuenta las últimas horas en libertad de Monty, un chico que lo tenía todo para labrarse un futuro pero que optó por la vía rápida para hacer dinero y vivir a lo grande. Todo fue bien hasta que alguien lo traicionó y, entonces, cuando se ve con el agua al cuello, es cuando se da cuenta de lo idiota que fue, de cómo arruinó su vida y la de sus seres queridos por simple egoísmo y avaricia.

Sin embargo, la cosa no se queda solamente ahí y con la figura de los amigos de la infancia de Monty, Jacob (Philip Seymour Hoffman) y Frank (Barry Pepper), Spike Lee nos muestra otros aspectos de la naturaleza humana, como la amistad, la soledad, la rutina de una vida sin alicientes o los deseos reprimidos. 

Porque La última noche es una reflexión sobre el hombre, las esperanzas, los sueños, las ambiciones y cómo podemos terminar perdiendo el norte casi sin querer, cegados por nosotros mismos, engañados por nuestras ilusiones.

Si la visión de Spike Lee es sincera, desprovista de dramatismos innecesarios, también hemos de reconocer que en el fondo hay una moralidad mal disimulada que recorre el relato, de manera que al final los protagonistas, a pesar de deslices, son buenas personas y la historia termina reconpensándolos. Al final, parece que poco importa que Monty se hiciera rico traficando con drogas, sino que en lo que más se incide es en que es buena persona y reconoce su error. Por ello encuentra al final una salida buena, reconduce su vida y es feliz. Me parece que todo ello, acompañado por un final interminable y algo cansino, escapa un poco de la realidad. No digo que la cárcel sea el santo remedio, pero el retrato que se nos ofrece de Monty es demasiado bien intencionado.

Y también hay que reconocer que Spike Lee se pierde a veces en detalles y no termina de darle la intensidad necesaria al relato. Aún contando temas muy íntimos, la cinta es demasiado fría y nunca terminé de empatizar con ninguno de los protagonistas. Algo falla por ese lado.

Lo que sin duda es un acierto es el reparto, con un magnífico Edward Norton, rebosando autenticidad, lo mismo que Philip Seymour Hoffman, cuyo talento descomunal nos vuelve a dejar asombrados.

La última noche tiene el mérito de ofrecernos un relato directo sobre la naturaleza humana, un film diferente a cuanto suele ser habitual, narrado con elegancia. Lástima que no termine de resultar redondo, pero aún así merece la pena.

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