El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 9 de febrero de 2024

Wasabi: El trato sucio de la mafia



Dirección: Gérard Krawczyk.

Guión: Luc Besson.

Música: Eric Serra.

Fotografía: Gérard Sterin.

Reparto: Jean Reno, Michel Muller, Ryoko Hirosue, Yoshi Oida, Carole Bouquet, Christian Sinniger. 

Hubert Fiorentino (Jean Reno) es un policía de París un tanto violento que vive marcado por el recuerdo de su gran amor, una joven japonesa que conoció durante su estancia en Japón. Tras diecinueve años sin tener noticias de ella, recibe una llamada en la que le comunican que ha muerto.

Guión de Luc Besson y con Jean Reno al frente, todo parecía prometer un film entretenido, pero Wasabi: El trato sucio de la mafia (2001) no es más que un pasatiempo intrascendente.

Desde el comienzo vemos que la historia se enfoca abiertamente hacia la comedia, con lo que podemos imaginar que el posible interés de la intriga planteada va a quedar supeditado a la comicidad, restando puntos al suspense y la emoción. Es una opción tan válida como otra cualquiera, aunque a mí esta mezcla de géneros nunca termina de gustarme, con las consabidas excepciones. Además para que cualquier comedia funcione ha de estar asentada en un guión inteligente y con gracia y el de Wasabi carece de ambas cualidades.

En el plano del argumento, hay una pequeña dosis de interés cuando Hubert descubre que la muerte de su antiguo amor no fue natural, sino un asesinato. Sin embargo, como el planteamiento general es bastante simple, pronto nos damos cuenta de que el guión no pretende explotar esta vertiente, sino sencillamente crear las bases para el desarrollo de la comedia que se centrará mucho más en la relación entre Hubert y Yumi (Ryoko Hirosue), su hija, cuya existencia desconocía. Y de nuevo volvemos a ver aquí también las carencias del guión, presentando a Yumi como una alocada adolescente muy cercana a la caricatura y llevando la relación con su padre por los caminos menos originales posibles.

La historia, sobre todo, servirá para el lucimiento de Jean Reno en su faceta de poli duro y eficaz, aunque sinceramente el actor francés merecía un papel algo mejor, pues Hubert tampoco resulta un policía creíble, acercándose demasiado a un personaje de cómic, especialmente cuando lo vemos entrar en acción liquidando a cuantos malvados se le acerquen con una facilidad pasmosa.

Si Yumi y Hubert están dibujados sin matices, peor aún lo tenemos con "Momo" (Michel Muller), el amigo de Hubert, cuyo rol es el del personaje gracioso, pero que resulta más próximo a la estupidez que a la gracia, cayendo siempre el guión en bromas demasiado elementales y poco inteligentes como para que nos saquen ni una sonrisa.

Al menos hay que agradecerle al director que le de al desarrollo un ritmo ágil, de manera que la historia transcurre rápidamente y no nos llega a aburrir, aunque tampoco sale de un nivel muy básico, más apropiado para un público infantil sino fuera por las abundantes muertes.

No es, por lo tanto, ni una buena comedia, ni un film interesante en cuanto a argumento. No se pierden nada si deciden no hacerle caso.

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