Dirección: Olivier Megaton.
Guión: Luc Besson y Robert Mark Kamen.
Música: Nathaniel Mechaly.
Fotografía: Romain Lacourbas.
Reparto: Liam Neeson, Maggie Grace, Famke Janssen, Rade Serbedzija, Leland Orser, Jon Gries, D. B. Sweeney, Luke Grimes.
Para salvar a su hija Kim (Maggie Grace), Bryan Mills (Liam Neeson), agente de la CIA retirado, había acabado con todos sus raptores. Ahora el padre de uno de ellos (Rade Serbedzija) ha decidido vengarse.
Venganza (Pierre Morel, 2008) era un film de acción no especialmente novedoso, pero sí que tenía suficiente carga dramática en su argumento y acción a raudales para cautivar a un gran número de espectadores. Su sorprendente éxito de taquilla dio lugar, como cabía esperar, a una segunda entrega: Venganza: conexión Estambul (2012). Por desgracia, repetir la fórmula casi mecánicamente no dio como resultado más que un film cuestionable.
Parece que los guionistas de esta entrega no se esforzaron demasiado a la hora de elaborar el argumento, calcando el planteamiento de la primera película, incluso con el prescindible epílogo, aún más insustancial que el de la cinta de Morel. La única variación es que esta vez será la esposa de Bryan (Famke Janssen) la que caiga en manos de los malvados y a la que salvará su esposo con la ayuda de su hija. Y es en esta ayuda donde más chirría un guión ventajista e increíble, con deducciones imposibles y soluciones idiotas, como la de Kim tirando granadas por Estambul como si nada. Si no fuera tan patético, porque el guión lo plantea en serio, daría casi para una película de humor.
Pero el tema de las granadas no agota ni mucho menos el capítulo de disparates. La manera en que Bryan deduce dónde retienen a su esposa no se sostiene en pie, aún con los intentos del guión de justificarlo. Tampoco parece normal que nadie vigile a Bryan y su esposa cuando son capturados, pudiendo él telefonear a su hija con toda la calma del mundo.
Para completar el desaguisado, por mucho que se intente ofrecer de los villanos de turno cuna imagen de tipos duros, la verdad es que no se consigue hacerlos mínimamente temibles, ya no solo por la rutinaria manera de presentarlos, sino sobre todo por lo torpe de sus acciones, estando siempre de espaldas al peligro, descuidando la vigilancia u ofreciendo escasa resistencia. Incluso su jefe termina resultando patético, escondido como un niño pequeño.
Solamente la secuencia de la persecución en coche por las calles de Estambul resulta mínimamente emocionante y ágil en su ejecución; eso sí, tenemos que tragarnos una nueva estupidez del guión como es el hecho de que la hija de Bryan conduzca tan endemoniadamente bien cuando ni siquiera tiene el carnet de conducir. Si lo hubieran hecho a propósito como recurso cómico no les habría salido tan bien.
Sinceramente, pocas veces, salvo en producciones de bajo presupuesto, hemos visto una historia más desangelada y rutinaria. No se puede pretender construir nada a brochazos sin el más mínimo esfuerzo. Una película totalmente ridícula.
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