El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 14 de febrero de 2024

Muere otro día



Dirección: Lee Tamahori.

Guión: Neal Purvis y Robert Wade. 

Música: David Arnold.

Fotografía: David Tattersall.

Reparto: Pierce Brosnan, Halle Berry, Toby Stephens, Rosamund Pike, Rick Yune, Kenneth Tsang, Judi Dench, John Cleese, Will Yun Lee, Emilio Echevarría, Michael Madsen, Madonna. 

James Bond (Pierce Brosnan) es traicionado cuando está en una misión en Corea del Norte, siendo encarcelado. Al fin, cuando es liberado, intentará descubrir la identidad del delator.

Muere otro día (2002) reúne todos los tópicos de la serie de James Bond dentro de un paquete espectacular y lujoso. Sin embargo, el resultado puede considerarse de los menos atractivos de la saga.

Es verdad que quienes van a ver una cinta de James Bond esperan disfrutar de los elementos característicos de la serie: un agente infalible, frío y sarcástico, con un atractivo incuestionable con las mujeres, unos malos con unas ambiciones desmesuradas y escenas de acción a la última.

Y todo eso es lo que nos ofrece Muere otro día, pero se diría que elaborado de un modo automático, siguiendo siempre el camino más trillado y sin una pizca de originalidad. Ésta parece reservarse para llevar a límites inverosímiles los inventos puestos al servicio de Bond, como un coche que se vuelve invisible, o tratamientos que pueden cambiar por completo el aspecto de un hombre. 

La verdad es que siempre los argumentos de la serie eran un poco fantásticos, pero conservaban cierta cordura. Aquí parece que los guionistas se han ido por el camino del más difícil todavía, llevando las cosas a un punto que es imposible seguir con cierto interés tal cúmulo de ocurrencias. Si a ello le sumamos que las escenas de acción, con ser espectaculares, tampoco escapan de esa obsesión por llevarlas al imposible, tenemos una cinta que es mero artificio y pirotecnia sin nada realmente novedoso ni mínimamente convincente.

Baste un detalle para ver la profundidad de la historia, Muere otro día es más recordado por la aparición de Halle Berry en bikini, emulando la mítica secuencia de Agente 007 contra el Dr. No (Terence Young, 1962), con Ursula Andress en su bikini blanco.

Junto a ella, debut en el cine de Rosamund Pike, otra belleza al servicio de 007, interpretado por un Pierce Brosnan que cumple en cuanto a presencia atractiva y elegante, pero que tiene algo de crueldad en su mirada que no cuadra del todo con la figura arquetípica de Bond. Está claro que no llega a la altura de Sean Connery y tampoco a la de Daniel Craig.

Muere otro día demuestra que no se puede ir con el piñón fijo; por mucho que la saga esté muy encorsetada, sin una pizca de talento e ingenio se llega a callejones sin salida como éste.

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