El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 19 de febrero de 2024

Siempre a tu lado (Hachiko)



Dirección: Lasse Hallström.

Guión: Stephen P. Lindsey.

Música: Jan A. P. Kaczmarek.

Fotografía: Ron Fortunato.

Reparto: Richard Gere, Joan Allen, Sarah Roemer, Jason Alexander, Cary-Hiroyuki Tagawa, Erick Avari,  Robbie Collier-Sublett, Davenia McFadden.   

Parker Wilson (Richard Gere), un profesor de música, al regresar de un viaje en tren encuentra en el andén a un cachorro perdido y se lo lleva a casa.

Siempre a tu lado (Hachiko) (2009) es un remake de la película japonesa de 1987 Hachiko monogatari (Seijirō Kōyama), que contaba una historia real de un perro que, muerto su dueño, siguió yendo durante nueve años a esperarlo a la estación de tren donde siempre lo esperaba cuando vivía.

La historia de una lealtad inquebrantable como la que nos cuenta Lasse Hallström es realmente conmovedora y es imposible no emocionarse en la segunda parte de la película viendo al pobre perro acudir sin desmayo cada día a la misma hora a esperar a su dueño fallecido. Por un lado, es admirable esa constancia y al tiempo sentimos pena porque el animal no puede entender que su espera es inútil. Son sin duda los mejores momentos de la historia, remarcados por la hermosa música de Kaczmarek. Es verdad, se puede achacar al director que busque con obstinación emocionarnos a toda costa, pero en el fondo es esa la esencia de la historia, pues no tiene otro mensaje ni otra justificación.

Si queremos encontrar debilidades en la película debemos buscarlas en otros lados. Por ejemplo, en toda la parte en la que se cuenta la adopción del cachorro y después, ya siendo el perro adulto, su relación con Parker, y su familia. En toda esta parte, la impresión que tenemos es la de un guión que no da más de sí, mostrando la relación de amo y perro sin lograr nada realmente especial en ese cúmulo de secuencias contadas con una falta absoluta de imaginación y de emoción. 

Además, el guión desperdicia por completo la participación de personajes secundarios, que se quedan reducidos casi a lo mínimo, sin aportar nada interesante a la historia.

Es como si el guionista despojara de cualquier adorno a la historia, pero incluso cuando se centra en Parker y su esposa (Joan Allen), siendo incapaz de transmitir el amor que se profesan. Es tal la simplicidad del guión que se omiten oportunas explicaciones en momentos importantes y solamente en la fuerza de la constancia del perro acudiendo a esperar a su amo a la estación encontramos verdadera emoción, y no por cómo lo cuenta el guión, sino por la fuerza de los hechos en sí mismos, la belleza del animal y la certeza de que fue un caso real.

Así pues, Siempre a tu lado (Hachiko) es una película emotiva en sí misma, pero donde las carencias evidentes de guión y dirección consiguen arruinar gran parte de su potencial. Al no haber visto la versión japonesa, no puede afirmar con certeza si esta historia daba para un largometraje, pero por el trabajo de Lasse Hallström parece que no.  

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