El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 18 de febrero de 2024

Snatch. Cerdos y diamantes



Dirección: Guy Ritchie.

Guión: Guy Ritchie.

Música: John Murphy.

Fotografía: Tim Maurice-Jones.

Reparto: Jason Statham, Stephen Graham, Brad Pitt, Benicio Del Toro, Dennis Farina, Alan Ford, Vinnie Jones, Rade Sherbedgia, Mike Reid, Robbie Gee, Lennie James, Ewen Bremner, Jason Flemyng.

Franky "Cuatro dedos" (Benicio Del Toro) ha robado un diamante de 84 quilates. En Londres, camino de Nueva York, se lo roban.

Segundo film de Guy Ritchie tras la aclamada Lock & Stock (1998), Snatch. Cerdos y diamantes (2000) insiste en la fórmula de la primera y es que si algo funciona, mejor no cambiarlo demasiado.

Así que volvemos a tener un film coral, con múltiples personajes entrecruzándose con un diamante como motor del conflicto, personajes pintorescos de los bajos fondos entre duros, violentos, torpes y patéticos. Guy Ritchie vuelve a centrar el relato en una serie de acontecimientos casuales que van tejiendo una madeja cada vez más enrevesada hasta la catarsis final, que resuelve los conflictos de golpe, o no. 

La cinta recuerda inevitablemente, como ya sucediera con Lock & Stock, el estilo de Tarantino, con ese tono simpático y gamberro, la libertad creativa que permite cualquier recurso que le convenga al director y un elenco de actores que parecen ir conformando el universo de Ritchie, como Jason Statham, el ex futbolista Vinnie Jones o Jason Flemyng. Sin embargo, el que destaca especialmente por encima de todos es Brad Pitt, con el personaje más singular dentro de esta curiosa fauna de Guy Ritchie y un talento que lo convierte en la estrella indiscutible de la película.

Película que es un juego del director donde lo menos importante es la trama en sí, sino los personajes y cómo van interactuando. No debemos buscar verosimilitud ni profundidad en los personajes, es un tipo de cine más centrado en las formas y el estilo que en la coherencia. Curiosamente, es este tipo de propuestas las que terminan cautivando a gran parte del público, creando incondicionales seguidores y adoradores de sus creadores, como sucedió con Tarantino. En una época de cierta superficialidad, las señas de identidad muy marcadas parecen la clave.

Si Lock & Stock había dado un primer toque de atención sobre el director, será esta película la que lo lance definitivamente a la fama. Sinceramente, Guy Ritchie nos vende un producto de consumo fácil, entretenido y con un estilo moderno y personal que funciona entre público y crítica. Personalmente, es un film que entretiene, pero no le veo nada especial para elevarlo a los altares.  

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