El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 5 de febrero de 2024

Top Gun (Ídolos del aire)



Dirección: Tony Scott.

Guión: Jim Cash y Jack Epps, Jr.

Música: Harold Faltermeyer.

Fotografía: Jeffrey Kimball.

Reparto: Tom Cruise, Kelly McGillis, Val Kilmer, Anthony Edwards, Tom Skerritt, Michael Ironside, John Stockwell, Barry Tubb, Meg Ryan. 

Pete "Maverick" Mitchell (Tom Cruise) es un gran piloto, aunque muy indisciplinado. A pesar de ello, es elegido para entrenarse en Top Gun, la escuela para pilotos de élite de la Marina.

Seamos sinceros, Top Gun (1986) es una película simple a más no poder. Su argumento es básico, construido con todos los tópicos del mundo y a pesar de todo figura en la historia del cine por varios motivos, uno de ellos el de lanzar al estrellato al joven Tom Cruise, podio del que ya no se bajaría.

La historia que nos cuenta Top Gun la hemos visto miles de veces, y me temo que seguiremos viéndola muchas más: la de un joven guapo, con un talento descomunal, pero rebelde, con un punto egoísta, el típico genio que no termina de encajar en la normalidad. Para que no falte nada, se añade la figura de un padre, también piloto, muerto, por su puesto, en misteriosas circunstancias y cuya sombra pende constantemente sobre el hijo. Este es el punto de partida y no crean que evoluciona un ápice; eso es todo lo que hay sobre Maverick, tan simple como superficial. Y es que el guión no está hecho para profundizar en nada, sino para crear un film con formato de video clip para mentes nada exigentes, adoradores de ídolos prefabricados y, cómo no, para mayor gloria de los Estados Unidos.

Resulta curioso ver como también en esos años aparecieron películas muy parecidas, como Oficial y caballero (Taylor Hackford, 1982), destinadas a reclutar a los jóvenes y poner por las nubes la disciplina militar y la capacidad de las fuerzas armadas norteamericanas.

Para que en nuestra historia no falte de nada, el guión se las apaña para meter, algo forzadamente, una historia de amor entre nuestro piloto y su profesora, una bellísima y desaprovechada Kelly McGillis; romance que nace casi de manera espontánea y no da pie para mucho más que un par de escenas fotografiadas con mimo por Jeffrey Kimball y acompañadas por una pegadiza banda sonora. 

El otro pie en el que se apoya el relato es el drama, indispensable para mostrar el buen fondo del protagonista y permitir que las admiradoras de Tom Cruise lloren con él en su desgracia y se mueran en las butacas por abrazarlo y consolarlo.

Es un guión tan estudiado que resulta imposible tomarse en serio todo lo que se nos cuenta. Nada parece real, es todo un artificio sin profundidad, lleno de hermosas escenas a la puesta de sol, preciosos coches y motos y guapos protagonistas, hasta el punto de dejar un aroma a homosexualidad nada disimulado.

Y entonces, ¿qué hace que haya pasado a la historia del cine?, ¿qué tiene de especial? Tiene a Tony Scott, un director que supo ver lo que tenía en sus manos y le sacó todo el jugo que pudo. ¿Cómo? Pues recreándose en las formas, con una brillante fotografía, una banda sonora pegadiza, la hermosa mirada de Kelly McGillis, que nunca brilló tanto como ahora, el encanto de Tom Cruise, adornado por toda una parafernalia de cazadoras, gorras, camisetas y gafas de sol. Pero, por encima de todo, las escenas aéreas. Quizá siendo consciente de la poca entidad del relato, el director alargó las escenas de vuelos al máximo, logrando no solo que no resultaran repetitivas, sino que además consiguió que fueran lo más real de toda esta historia, la parte en que Top Gun resulta creíble, y espectacular.   

Tony Scott aprovecha su fuerte, su talento para la puesta en escena, y logra crear una película que está vacía de contenido, pero que funciona por ritmo, belleza plástica y también por los mensajes simples, fáciles de entender y digerir. Y es que hasta para las malas historias hay que tener talento a la hora de llevarlas a la pantalla.

La cinta se llevó el Oscar a la mejor canción original, Take my Breath Away.

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