El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 11 de febrero de 2024

Una cuestión de género



Dirección: Mimi Leder.

Guión: Daniel Stiepleman.

Música: Mychael Danna.

Fotografía: Michael Grady.

Reparto: Felicity Jones, Armie Hammer, Justin Theroux, Jack Reynor, Cailee Spaeny, Stephen Root, Sam Waterston, Kathy Bates. 

Ruth Bader Ginsburg (Felicity Jones) consigue entrar en la elitista universidad de Harvard para estudiar derecho. Es una de las pocas mujeres presentes en su promoción y deberá enfrentarse a un trato diferente por parte de los profesores por el hecho de ser mujer.

Una cuestión de género (2018) está inspirada en ciertos momentos de la vida de Ruth Ginsburg, una abogada que luchó por la igualdad de hombres y mujeres, algo que incluso en los años setenta del siglo XX no era una realidad en los Estados Unidos, logrando llegar a ser nombrada en 1993 juez del Tribunal Supremo.

El núcleo de la historia se centrará en un recurso que presenta la protagonista denunciando la discriminación contra un hombre por el mero hecho de serlo. Es simplemente el primer peldaño en su lucha por la igualdad de mujeres y hombres.

Como suele pasar, el tema de un juicio es siempre muy interesante y ofrece una oportunidad de oro para crear momentos dramáticos y de incertidumbre, por lo que los films que abordan esta temática suelen resultar bastante resultones. Por ello creo que es un acierto enfocar el argumento sobre ese punto, pues añade ese elemento de emoción para que nos involucremos más en la vida de un personaje bastante desconocido del público.

El problema es que la película quizá se pierda con una introducción demasiado larga e intrascendente, salvo el episodio del cáncer del esposo de Ruth, Martin (Armie Hammer), de manera que cuando llega el momento de afrontar el tema del juicio el espectador ya está algo cansado de una historia sin demasiado interés y que pasa por las situaciones sin profundizar, tal vez por las prisas de abarcar lo máximo en el tiempo disponible. Suele ser una de las pegas de los films biográficos: preocuparse más de la cantidad de lo contado que de la calidad.

Es verdad que cuando se llega al juicio, el film al fin cobra vida y tenemos por fin la posibilidad de vibrar con el trabajo de Ruth, su falta de experiencia en juicios, las incisivas preguntas de los jueces y los argumentos de la oposición. Un acierto indiscutible del guión es que hace comprensibles los asuntos abordados, de manera que seguimos con cierta facilidad el desarrollo de los acontecimientos. Pero también es cierto que volvemos a caer en cierta precipitación, pues estas secuencias encierran la clave de la historia y los momentos con mayor potencial dramático y de nuevo comprobamos que no se les consigue sacar todo su potencial.

Es más, es evidente que el guión sabe que son los momentos clave y busca crear situaciones dramáticas a base de los típicos trucos (enfrentamientos personales, poner a la protagonista contra las cuerdas, cargar las tintas en el retrato de sus adversarios, para convertirlos en odiosos enemigos, crear pequeñas paradas en la acción para alargar unos segundos la incertidumbre...) tantas veces vistos. Sin embargo, Mimi Leder peca de falta de sutileza y su puesta en escena es demasiado obvia y teatral, de manera que la emoción buscada se queda más en algo artificioso y demasiado estudiado como para resultar creíble y convincente.

En cuanto a la producción, nada que objetar. Una cuestión de género es un film que muestra que cuenta con medios y buen gusto para ofrecer un espectáculo a nivel visual sin tacha, con una fotografía preciosa y una ambientación excelente para los diferentes momentos históricos, destacando quizá especialmente cuando recrea la década de 1950, mucho más bonita estéticamente.

También Felicity Jones me parece que brilla con luz propia en medio de un reparto menos brillante, salvo la genial Kathy Bates, por desgracia relegada a unos minutos muy escasos.

En general, Una cuestión de género tiene los defectos típicos de las biografías que no saben sintetizar convenientemente las vidas de los retratados. Es un film elegante, pero frío y uno acaba con la impresión de que se ha simplificado todo demasiado, buscando siempre alabar la figura de Ruth pero dando la sensación de manipulación, de enfoque sesgado, de falta de contrapuntos.

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