Dirección: Howard Hawks.
Guión: Charles Brackett y Billy Wilder (Historia: Billy Wilder y Thomas Moore).
Música: Alfred Newman.
Fotografía: Gregg Toland (B&W).
Reparto: Gary Cooper, Barbara Stanwyck, Oscar Homolka, Dana Andrews, Dan Duryea, Henry Travers, S. Z. Sakall, Tully Marshall, Leonid Kinskey, Richard Haydn, Aubrey Mather, Allen Jenkins.
"Sugarpuss" O'Shea (Barbara Stanwyck), la novia de un peligroso gangster (Dana Andrews), huyendo de la policía se refugia en una residencia donde ocho profesores redactan una enciclopedia, trastocando por completo su organizada rutina de trabajo.
Hay un tipo de comedias clásicas bienintencionadas, moralistas y complacientes de las que podríamos poner como ejemplo perfecto las dirigidas por Frank Capra. Pues bien, Bola de fuego (1941) entra de pleno en esa categoría.
El planteamiento básico, común a muchas comedias, es el enfrentamiento de mundos opuestos; en esta ocasión, el anquilosado mundo académico y el desinhibido y rompedor mundo de la calle, en especial de los bajos fondos. Y este último, naturalmente, juega con las cartas marcadas: la ingenuidad de los profesores no es capaz ni de imaginar lo que se le viene encima. "Sugarpuss" se aprovechará de su tremendo atractivo para engatusar a los sabios, especialmente al profesor Potts (Gary Cooper), para evitar que la obliguen a abandonar su refugio antes de tiempo. Pero, la que partía con ventaja no adivina tampoco la trampa en que se ha metido y toda su picardía y cinismo se irán viendo socavados al contacto con el universo de bondad e ingenuidad de los profesores que, sin saberlo, sembrarán en ella la semilla de la honestidad. Y es que aquí nos topamos con otro de los elementos comunes a este tipo de películas y es que el malo, en el fondo, aún conserva la bondad en el fondo del corazón y solo es necesario despertarla, lo que le sucederá a "Sugarpuss" irremediablemente al contacto con sus anfitriones.
Bola de fuego, título tomado de una expresión que en jerga americana hace referencia a un torbellino, representa pues la victoria de la inocencia y el alma pura sobre los descreídos, los que están de vuelta de todo, los cínicos.
La película, es cierto, acusa inevitablemente el paso del tiempo por la ingenuidad de su planteamiento y algunas escenas que, sinceramente, no han envejecido nada bien. Por ello, es evidente que se hace imprescindible, para disfrutar plenamente de la historia, dejar de lado los prejuicios e intentar acercarse a la historia entendiendo la fecha en que se filmó, para poder asumir algunos detalles que a día de hoy nos parecen demasiado infantiles.
Asumiendo esa complicidad imprescindible, Bola de fuego se puede disfrutar como un cuento más que como un film adulto. Y de esta manera, al igual que "Sugarpuss", podremos dejarnos invadir por el universo de generosidad y bondad de los entrañables profesores, una isla de inocencia imposible, pero que casi podría provocarnos un regreso a la infancia. De otro modo, será imposible disfrutar de la película.
Howard Hawks sabe llevar el ritmo de la historia con naturalidad, apoyado en un guión que funciona perfectamente. Es verdad que algunas escenas parecen alargarse en exceso, pero no penalizan demasiado el desarrollo y se ven sobradamente compensadas por el conjunto.
En cuanto al reparto, nada que reprochar al grupo de secundarios que encarnan a los viejos sabios, aunque Richard Haydn sobreactúa en exceso. Gary Cooper impone su presencia para dar vida a un digno, elegante y crédulo profesor. Pero es Barbara Stanwyck, ayudada por un personaje vitalista y descarado, la que llena la pantalla con su frescura y belleza, siendo el verdadero motor de la historia.
En resumen, una película alegre, entretenida y bienintencionada, de esas que nos dejan una sensación de bienestar cuando terminan y nos reconfortan mostrando que aún existen personas puras y buenas.
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