Dirección: John Rawlins.
Guión: Lynn Riggs y John Bright (Historia: Arthur Conan Doyle).
Música: Frank Skinner.
Fotografía: Woody Bredell (W&B).
Reparto: Basil Rathbone, Nigel Bruce, Evelyn Ankers, Henry Daniell, Thomas Gomez, Reginald Denny, Montagu Love.
En plena Segunda Guerra Mundial, la Alemania nazi intenta sembrar el pánico entre la población británica por medio de La voz del terror, que se dedica a anunciar los atentados y ataques que los nazis realizan en suelo inglés. Incapaces de detener esas emisiones, el Consejo de Seguridad del Reino Unido recurre a Sherlock Holmes.
Basada libremente en el relato de Conan Doyle titulado Su último saludo en el escenario, Sherlock Holmes y la voz del terror (1942) es la tercera película de la serie interpretada por Basil Rathbone y Nigel Bruce como Holmes y Watson respectivamente y es además la primera de la Universal. Las dos primeras películas, El perro de los Baskerville (Sidney Lanfield) y Las Aventuras de Sherlock Holmes (Alfred L. Werker), ambas de 1939, se hicieron bajo el sello de la 20th Century Fox, pero al renunciar ésta a seguir produciendo más películas, la Universal tomó el relevo. La primera consecuencia fue que las historias pasaron a ambientarse en la época en que se rodaban, lo que suponía un ahorro de costes y además, como es en este caso, servían como propaganda de guerra para levantar la moral de los aliados en contra del dominio nazi.
Esta función propagandística en realidad no le sienta demasiado bien a la película. Es cierto que la investigación de Sherlock Holmes cuenta con suficientes alicientes para mantener el interés del espectador, en parte porque se adivina la presencia de un traidor en el bando británico y la espera para desvelar su identidad nos mantiene interesados en las andanzas del detective.
Pero también es evidente que el desarrollo no es uniforme y algunas escenas, algo repetitivas, como las visitas de Holmes al Consejo de Seguridad, rompen el ritmo y lastran un poco el desarrollo del film. Además, algunas escenas están resueltas de manera un tanto simple o incluso inverosímil. Por ejemplo, el discurso de Kitty (Evelyn Ankers) en la taberna solicitando ayuda de los bajos fondos para encontrar el significado de la última palabra pronunciada por su marido antes de morir o también la escena final, cuando los prisioneros alemanes y las autoridades británicas, sentadas estas últimas obedientemente, escuchan las explicaciones de Holmes. El resultado es un film que no está a la altura de las mejores películas de esta serie.
Basil Rathbone me sigue pareciendo el mejor Sherlock Holmes del cine, pero es verdad que en esta ocasión, quizá por la debilidad de la historia, parece un poco menos convincente que en otras películas. Incluso la figura de Watson queda relegada a un muy segundo plano, con mucho menos protagonismo que en otras entregas.
El uso de decorados y maquetas intenta paliar de alguna manera las limitaciones presupuestarias y aunque hoy en día saltan a la vista por su simplicidad, no me parece este el punto más frágil de la producción. Incluso, con el paso del tiempo, se ven estos recursos con cierta benevolencia y añaden un cierto encanto a la cinta.
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