Dirección: David Miller.
Guión: Ivan Goff y Ben Roberts (Obra: Janet Green).
Música: Frank Skinner.
Fotografía: Russell Metty.
Reparto: Doris Day, Rex Harrison, John Gavin, Myrna Loy, Roddy McDowall, Herbert Marshall, Natasha Parry, Hermione Baddeley, John Williams, Richard Ney, Anthony Dawson, Rhys Williams, Richard Lupino, Doris Lloyd.
Kit (Doris Day), una rica heredera norteamericana, casada con Tony Preston, un importante empresario británico, empieza a recibir amenazas de muerte de un desconocido. Al no poder aportar ninguna prueba de las amenazas, la policía y su propio marido empiezan a dudar de su estado de salud.
Un grito en la niebla (1960) plantea una trama muchas veces vista en el cine: una mujer se ve amenazada y el peligro irá cerniéndose sobre ella. Descubrir quién y por qué alguien quiere matarla se convierte en la carta principal para mantenernos en suspense. El problema de este tipo de argumentos es que, por lo general, a menudo buscando la originalidad e incrementar como sea el suspense, dan lugar a películas tramposas y decepcionantes, centradas en engañarnos casi exclusivamente.
Por fortuna, Un grito en la niebla nos demuestra que es posible recurrir a un esquema tan manido y conseguir realizar sin embargo un film digno, apasionante e inteligente.
Para empezar, el guión de la película no se limita a desarrollar tan solo la trama principal de las amenazas a la señora Preston, lo que habría sido una torpeza al limitar la riqueza de la historia desde su misma concepción. Pero el argumento se toma el tiempo de construir un mundo completo alrededor de la señora Preston, de manera que el tema de las amenazas pasa a ser un elemento más, el principal, por supuesto, pero sin descuidar todo lo accesorio, que resulta imprescindible para que la película adquiera volumen.
Así, se desarrolla con detalle la vida conyugal de la protagonista, con el marido demasiado ocupado en su trabajo, lo que le lleva a incumplir una tras otra las promesas que hace a Kit, como almorzar juntos o hacer un viaje a Venecia. Además de "amueblar" convincentemente la vida de la protagonista, justifica también su sensación de soledad, lo que acrecienta su miedo ante el acoso de asesino.
Pero también el guión introduce la visita de una tía de Kit, Bea (Myrna Loy), que sirve de apoyo moral a la asustada esposa. Así mismo, con el propósito de ir incrementando la nómina de posibles sospechosos, también aparece el contratista (John Gavin) de una obra que se realiza al lado de la residencia de los Preston, obra que sirve también de acceso para entrar sigilosamente en la citada residencia y, por último, el hijo (Roddy McDowall) de la asistenta de Kit (Doris Lloyd) también siembra dudas por sus penurias económicas y su aire arrogante.
Sin embargo, lo interesante no es la nómina de sospechosos en sí, sino la manera del todo natural y consecuente en que están integrados en la trama. De ahí la importancia de "amueblar" tan bien el relato, para que todo vaya encajando sin necesidad de forzar nada.
A menudo, el recurso más sencillo para mantener el interés a lo largo de un film de este estilo es recurrir a constantes sustos, amagos de peligros que suelen oler a trampas a kilómetros de distancia. En lugar de ello, Un grito en la niebla evita estos detalles y se centra en que nadie puede corroborar las amenazas que Kit sufre, de manera que muy hábilmente se siembra una duda más que justificada a cerca de la salud mental de la señora Preston. Es un recurso muy inteligente y tan bien hilvanado que podemos llegar a dudar en algún momento de la existencia de esas llamadas amenazadoras.
Pero todo este entramado podría venirse abajo si el desenlace no estuviera a la altura. Por suerte, los guionistas no perdieron el sentido común ni la inteligencia a la hora del final, que está a la misma altura de todo el desarrollo. Es un desenlace donde vemos cómo van cuadrando todas las piezas, incluso aquellas que parecían no tener mucho que ver con las amenazas.
En cuanto al reparto, es verdad que asociamos la figura de Doris Day a cierto tipo de comedias alegres y ligeras, pero ello no quita que fuera una actriz con talento, como lo demuestras sobradamente en esta cinta, creando un personaje atormentado, al límite de la histeria, completamente convincente y conmovedor. Rex Harrison, tal vez sin el carisma de otras figuras de su época, era un actor sobrio y eficaz, capaz de cambiar de registros de un modo completamente eficaz. En ellos dos recae el peso de la historia, pero también están convenientemente apoyados por unos secundarios perfectos.
Un film sin duda más que recomendable, no solo porque resulta un entretenimiento sin tacha, sino también porque puede servir de ejemplo de cómo construir un thriller con la cabeza, sin necesidad de banalidades y estereotipos. Admirable.
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