El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 27 de junio de 2022

Un beso antes de morir



Dirección: Gerd Oswald.

Guión: Lawrence Roman (Novela: Ira Levin).

Música: Lionel Newman.

Fotografía: Lucien Ballard.

Reparto: Robert Wagner, Jeffrey Hunter, Virginia Leith, Joanne Woodward, Mary Astor, George Macready, Robert Quarry, Howard Petrie, Bill Walker, Molly McCart, Marlene Felton. 

Cuando su novia Dorothy (Joanne Woodward) queda embarazada y le propone a Bud (Robert Wagner) que se casen, éste empieza a dudar por su futuro sin el apoyo del padre de Dorothy, que con seguridad la desheredará. Desesperado, solo encuentra una solución: matar a su novia.

Interesante film de cine negro, especialmente por el argumento proveniente de la novela A Kiss Before Dying de Ira Levin, interesante escritor autor también de El bebé de Rosemary, que llevó al cine Roman Polanski con el título La semilla del diablo (1968).

La parte más emocionante de Un beso antes de morir (1956) es el comienzo, cuando vemos cómo Bud, desesperado ante un futuro de estrecheces económicas que le espera si se casa con Dorothy, empieza a concebir la idea de librarse de ella. El director, que debutaba con esta película, se toma su tiempo para meternos en la mente de Bud y seguimos sus pasos mientras planifica con todo detalle cómo ejecutará su plan: se asegura que nadie en la familia de su novia conozca su relación ni su embarazo, le pide la foto suya para que no puedan relacionarlo con ella, roba el veneno con el que piensa matarla, con una astuta excusa le hace redactar lo que puede parecer una nota de suicidio... Es realmente inquietante asistir a todo este proceso, especialmente al ver la inocencia de Dorothy, enamorada y confiada en su novio. El momento en que ella aparece en clase cuando Bud pensaba que había muerto produce la misma sacudida en Bud que en el espectador. Pero si para él es una decepción, para nosotros, un alivio.

Sin embargo, poco dura la tranquilidad. Con una sangre fría terrible, Bud improvisa un nuevo plan y termina arrojándola desde la azotea del edificio donde debían casarse. Es un momento especialmente angustioso porque desearíamos poder prevenir a la joven y vemos impotentes cómo permanece ajena a su inminente asesinato. Sin duda, estamos ante el momento cumbre de la película, estremecedor y atroz. Por ello, es comprensible que a partir de ahí la historia vaya en descenso, pues es imposible lograr un instante similar de ahí en adelante. Y más cuando la investigación sobre la muerte de Dorothy se desarrolla ya de un modo mucho más rutinario, sin verdadero nervio. 

Además, esta segunda parte de la historia no solo carece de la intensidad anterior, sino que algunos momentos no parecen demasiado lógicos. Tanto la actuación de la policía como la de Ellen (Virginia Leith), la hermana de Dorothy, que inicia la investigación sobre su muerte sospechando que no ha sido un suicidio, no están del todo muy bien llevadas, con un guión que a veces parece precipitarse de manera algo incomprensible, pues el gran acierto del comienzo era el tiempo que se tomaba para mostrarnos la planificación del asesinato.

Otro punto débil de la cinta es que todos los personajes están retratados de manera muy superficial. Creo que el film hubiera ganado mucho ahondando un poco más en la personalidad de los protagonistas. Se ve que el guión prefirió centrarse más en los actos y pierde algo de hondura.

Parte del problema también de Un beso antes de morir reside en el reparto. No sé si es un problema del director o de la elección de los actores principales, pero el resultado es un elenco que no trasmite pasión. Robert Wagner luce su físico atractivo, indispensable para su papel, pero poco más; su trabajo es muy poco expresivo. Lo mismo sucede con Jeffrey Hunter, más pendiente de pequeños gestos que decoren su trabajo que de dotar de verdadera vida a su personaje. Y Virginia Leith tampoco nos trasmite nada, más allá de una bonita mirada. Tal vez, con otro reparto, la película habría ganado en fuerza, especialmente en la parte de la investigación, aunque el guión aquí tampoco ayuda demasiado.

Aún así, Un beso antes de morir, a pesar de su desequilibrio y pequeños defectos, es una película aceptable recomendada a amantes del género no demasiado exigentes.

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