Dirección: Roy William Neill.
Guión: Edmund L. Hartman y Roy William Neill (Historia: Paul Gangelin y Brenda Weisberg).
Música: Paul Sawtell.
Fotografía: George Robinson (B&W).
Reparto: Basil Rathbone, Nigel Bruce, Gerald Hamer, Paul Cavanagh, Arthur Hohl, Miles Mander, Kay Harding.
Mientras Sherlock Holmes (Basil Rathbone) y el doctor Watson (Nigel Bruce) asisten en Quebec a una reunión de la Real Sociedad Canadiense de Ocultismo, la esposa de Lord Penrose (Paul Cavanagh), quien preside la reunión, es asesinada en La Mort Rouge, su lugar de residencia. Sus habitantes lo achacan a una presencia misteriosa, una aparición, un fantasma.
Octava entrega de la serie de películas con Basil Rathbone y Nigel Bruce en la piel de Sherlock Holmes y el doctor Watson, respectivamente, si bien en esta ocasión no se trata de una adaptación de una obra de Conan Doyle, sino de una historia inspirada en sus personajes. Sin embargo, el argumento casa perfectamente con el estilo de los relatos del creador de Sherlock Holmes.
El planteamiento básico de La garra Escarlata (1944) es la lucha de la razón, encarnada por Holmes, contra las supersticiones y las creencias en lo sobrenatural, representadas por Lord Penrose y los habitantes de La Mort Rouge. El miedo y la ignorancia pueden crear leyendas irracionales, algo muy frecuente en la historia de la humanidad, con el peligro que ello entraña y, contra esto, Sherlock Holmes aplicará la lógica para demostrar que siempre hay que buscar la verdad, por difícil que sea, con las herramientas de la inteligencia y los conocimientos.
Holmes decide investigar la muerte de Lady Penrose cuando recibe una carta suya en la que le solicita ayuda ante el temor que siente por su vida. Desgraciadamente, la carta le llega cuando la mujer ya ha sido asesinada. "Por primera vez nos contrata un cadaver", manifiesta Holmes con cierto sentido del humor.
Hay que destacar el inteligente uso de William Neill de los recursos de que dispone para crear un clima misterioso realmente conseguido apoyado en una ambientación sobresaliente de la aldea y sus alrededores, con las marismas bañadas en niebla, casas sombrías, el tañido de las campanas en la noche y el miedo que se ha apoderado de los habitantes, como queda perfectamente reflejado en la escena del salón del hotel, con los aldeanos paralizados escuchando las campanas de la iglesia, en una magnífica introducción que nos mete de lleno en ese ambiente de misterio y de terror que recorre todo el relato. Para ello también cuenta con una expresiva fotografía en blanco y negro que aumenta la sensación de peligro y misterio.
Pero también es cierto que, si la puesta en escena está muy bien planificada, la investigación por parte de Holmes parece, a veces, algo casual. Enseguida sospecha de un presidiario sin que nada pueda indicar algo así. Seguramente los espectadores estrictos, escrupulosos con los detalles, encontrarán la trama algo frágil en ciertos detalles. Sin embargo, hay que reconocer que La garra Escarlata es de esas películas que atrapan al espectador con un desarrollo vigoroso y que lo mantienen sin pestañear durante todo su metraje, lo cual creo que es mérito más que suficiente para estimarla en lo que vale, que es mucho.
De nuevo estamos pues ante un entretenimiento sencillo, pero apasionante, como suele suceder con las aventuras de Sherlock Holmes, al menos las del período clásico, pues algunos acercamientos muy recientes a la figura del detective rozan el delito. Lo que demuestra que en estos casos es mejor menos que más, las cosas hechas con respeto y sentido común, como La garra Escarlata, que intentos donde reina la desmesura en busca de una notoriedad artificial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario