El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 23 de junio de 2022

Nuestro último verano en Escocia



Dirección: Andy Hamilton y Guy Jenkin.

Guión: Andy Hamilton y Guy Jenkin.

Música: Alex Heffes.

Fotografía: Martin Hawkins.

Reparto: Rosamund Pike, David Tennant, Billy Connolly, Ben Miller, Amelia Bullmore, Emilia Jones, Bobby Smalldridge, Harriet Turnbull, Annette Crosbie, Celia Imrie, Lewis Davie.

Con motivo del setenta y cinco cumpleaños de su padre Gordie (Billy Connolly), Doug McLeod (David Tennant) viaja con su mujer Abi (Rosamund Pike) y sus tres hijos a Escocia fingiendo que todo va bien en su matrimonio cuando en realidad se han separado y están a punto de tramitar su divorcio.

Curiosa película Nuestro último verano en Escocia (2014) de la que me cuesta emitir una valoración equilibrada. Por un lado, una vez terminada, me invade cierta satisfacción por un final conmovedor y optimista de esos que, salvo que seas un cínico redomado, te deja un buen sabor de boca. Pero por otro lado, no sé, me parece una película un tanto simple, demasiado bien intencionada, previsible y con un punto de artificiosidad o algo parecido que no me agrada.

Es inevitable, por muchos detalles que nos la recuerdan, establecer un paralelismo con Pequeña Miss Sunshine (Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2006) y es entonces cuando Nuestro último verano en Escocia muestra todas sus carencias. Donde la primera derrochaba imaginación y originalidad, esta que nos ocupa se reduce a clichés y muy escasa profundidad en cuanto a las relaciones de los adultos.

La única nota realmente positiva y donde esta cinta me ha sorprendido es en la manera de presentarnos a los tres hijos del matrimonio protagonista. Cada pequeño tiene su propia personalidad muy bien definida y aquí percibimos una nota de autenticidad e imaginación. Lottie (Emilia Jones), la mayor de los tres, es una joven muy afectada por la separación de sus padres y sus constantes discusiones que se refugia en un cuaderno como si fuera un salvavidas. Allí anota lo que considera importante, lo que debe hacer o decir, en busca de una seguridad que ha perdido. Su hermano Mickey (Bobby Smalldridge) vive en su mundo imaginario, fascinado por los vikingos, y la pequeña Jess (Harriet Turnbull) quiere salirse siempre con la suya y chantajea a sus padres dejando de respirar. 

Solamente cuando los pequeños están en escena es cuando disfrutamos de lo verdaderamente sorprendente de la historia, con momentos que logran descolocarnos además de regalarnos los tres pequeños actores unas interpretaciones asombrosamente maravillosas, plenas de frescura y naturalidad.

Es verdad que el detalle del entierro vikingo es un tanto surrealista y, sinceramente, me cuesta tragarme semejante disparate. Pero si entramos en el juego de ese humor negro, hemos de reconocer que al menos se sale de cualquier previsión que pudiéramos tener y, en el fondo, es una nota gamberra que aporta un punto subversivo que no le sienta nada mal a la película.

Pero, como decía, en cuanto entramos en el mundo de los adultos, el matrimonio de Abi y Doug y el del hermano de éste, Gavin (Ben Miller) y Margaret (Amelia Bullmore), parece como si la imaginación de los guionistas se hubiera secado. Entiendo que es necesario crear el conflicto en ambos matrimonios para poder arreglar las cosas cuando llegue el momento, pero se podría intentar ser más originales y, sobre todo, no caer en el ridículo innecesariamente, como cuando Gavin se altera ante las preguntas de sus sobrinos sobre su profesión, en una reacción que resulta no solo incomprensible, sino absolutamente absurda. Y la culpa es de esa incomprensible falta de imaginación a la hora de dibujar las personalidades y conflictos del mundo adulto, cayendo en vulgaridades que afean el conjunto enormemente.

Solamente el abuelo Gordie parece escapar de la incompetencia de los adultos. Su relación con los nietos es sincera y sensata y parece que el abuelo es feliz tratando con los pequeños, mientras que con sus hijos no termina de entenderse. Es como si Nuestro último verano en Escocia considerara que la sabiduría se encuentra en los extremos de la pirámide de edades. Los niños, en su inocencia y simplicidad, son sinceros y el abuelo, ya de vuelta de todo, puede ser quién quiere ser, dejando de lado apariencias o convenciones sociales. Un mensaje positivo, pero de nuevo no demasiado original y que suena un poco a cliché. Además, para que funcione o para dejarlo más claro aún, parece que el guión necesita ridiculizar a los hijos de Gordie y a sus esposas.

Los actores adultos realizan perfectamente bien su trabajo, pero se quedan por detrás de los tres niños que son las verdaderas estrellas de la película, porque además sus papeles son los más auténticos y los que nos regalan los mejores momentos de la película.

Nuestro último verano es Escocia es una comedia que se deja ver con agrado y que sabe tocar la sensibilidad del público con ciertos toques dramáticos puntuales. El problema es que hay demasiados clichés, chistes fáciles y se percibe como algo excesivamente trabajado en busca de ciertas respuestas emocionales por parte del público.

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