Dirección: Roy William Neill.
Guión: Bertram Millhauser (Historia: Arthur Conan Doyle).
Música: Hans J. Salter.
Fotografía: Charles Van Enger (B&W).
Reparto: Basil Rathbone, Nigel Bruce, Gale Sondergaard, Dennis Hoey, Vernon Downing, Alec Craig, Arthur Hohl, Mary Gordon.
Una serie de misteriosos suicidios asola Inglaterra. Sherlock Holmes decide fingir su propia muerte para poder investigar lo que está convencido que son en realidad asesinatos.
Séptima entrega de la serie de películas interpretadas por Basil Rathbone en la piel de Sherlock Holmes y Nigel Bruce como el doctor Watson, Sherlock Holmes y la mujer araña (1943) es una de las mejores del ciclo.
Para empezar, el guión es sumamente ingenioso, desde plantear los problemas de salud de Holmes y su deseo de retirarse de su profesión hasta fingir su propia muerte haciendo que los espectadores muerdan el anzuelo durante unos minutos. Pero la cosa no acaba aquí. La trama de asesinatos encubiertos de suicidios, si bien es un tanto rebuscada, da lugar a una intriga poderosa. Una astuta mujer, sumamente inteligente, está al frente de un grupo de malvados y se conviertirá en una digna y peligrosa rival para Holmes, hasta el punto de que estará muy cerca de acabar con su vida y siempre de la manera más original que podamos imaginarnos: con una araña venenosa conducida hacia su víctima por un pigmeo; por medio de un veneno activado por medio del fuego y finalmente haciendo que el detective sirva de blanco en una caseta de tiro de una feria.
Con tales elementos es fácil imaginar que la película nos va a atrapar sin remedio, haciéndonos disfrutar de un espectáculo original, atractivo y sorprendente. Pero además, el guión posee un fino sentido del humor que nos deleita en algunas secuencias maravillosas, como cuando Watson cree descubrir a Holmes bajo un nuevo disfraz o el delicioso duelo dialéctico del detective y su enemiga, Adrea Spedding (Gale Sondergaard), jugando al gato y el ratón ante la surrealista presencia del sobrino de Adrea, que se descalza, camina dando extraños saltitos y se divierte cazando moscas.
De nuevo es un placer disfrutar con la presencia de Basil Rathbone, el Sherlock Holmes perfecto por su fuerte presencia, su determinación y sus modales irreprochables. Watson, como fue habitual en la serie, adopta un papel más cómico, equilibrando de esta manera al detective. El protagonismo de ambos es evidente, pero no por ello podemos olvidarnos de Dennis Hoey, un simpático inspector Lestrade, o la atractiva y elegante Gale Sondergaard encarnando a la perfección a la peligrosa villana de turno.
Con un ritmo ágil, su corta duración hace que la película se pase en un suspiro, sobre todo por la atractiva experiencia de disfrutar de las deducciones de Sherlock Holmes, siempre imparable en su lucha contra el crimen. Es cierto que, vista en la actualidad, es evidente cierta ingenuidad en el planteamiento y resolución de algunas situaciones, pero comprensible tanto por la época en que se rodó el film como por la economía de medios empleados. Pero, desde mi punto de vista, todo ello no hace sino añadir un punto de encanto a la historia. Maravillosa película.
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