El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 9 de enero de 2023

Cocodrilo Dundee



Dirección: Peter Faiman.

Guión: Paul Hogan, Ken Shadie y John Cornell (Historia: Paul Hogan).

Música: Peter Best.

Fotografía: Russell Boyd.

Reparto: Paul Hogan, Linda Kozlowski, Mark Blum, David Gulpilil, Michael Lombard, John Meillon. 

Estando en Australia haciendo un reportaje, la periodista norteamericana Sue Charlton (Linda Kozlowski) oye hablar de un cazador que ha sobrevivido al ataque de un cocodrilo y decide visitarlo para conocer la historia en primera persona.

Con Mad Max. Salvajes de autopista (George Miller, 1979), el cine australiano alcanzó difusión internacional y Cocodrilo Dundee (1986) repitió la jugada. La clave estuvo en crear un personaje simpático que venía a representar al buen indígena, un hombre sencillo, ligado a la tierra y libre de las impurezas de la civilización. En este sentido, Dundee entronca con la figura de Tarzán, personaje al que se alude en dos ocasiones en la película, con la periodista Sue haciendo las veces de Jane.

Uno de los grandes aciertos del guión es construir un personaje complejo, alejado de la imagen de héroe inmaculado. Así, Dundee tiene una parte canalla, de fanfarrón algo mentiroso pero, al mismo tiempo, es auténtico, demostrando sus habilidades a la hora de sobrevivir en la sabana y enfrentarse a peligrosos animales. Esta ambivalencia hace que caiga simpático automáticamente, pues no representa una perfección inalcanzable, sino que se nos muestra muy humano, con sus virtudes pero también defectos. Y además, estos rasgos contradictorios también impiden al espectador hacerse una imagen inmutable de Dundee, con lo que siempre estamos un tanto perdidos, sin poder anticipar sus reacciones, con lo que el relato mantiene cierta intriga que no nos deja relajarnos anticipando lo que va a suceder.

Sin embargo, no todo funciona tan bien como el personaje de Cocodrilo Dundee en la película. Por ejemplo, la segunda parte de la historia, cuando Dundee viaja a Nueva York, es menos interesante que la primera, con muchos momentos un tanto estereotipados sobre la llegada de Dundee a la civilización. Muchas más auténtica es la parte australiana, donde el relato es ciertamente más original.

Tampoco el trabajo de Peter Faiman es del todo bueno en la dirección. El mayor defecto de la película es la falta de ritmo, muy acusada a lo largo de toda la cinta, de manera que los diálogos parecen brotar con dificultad y en muchos momentos el film parece avanzar a trompicones. Una pena, pues en manos de un buen director la película hubiera ganado muchos puntos.

Paul Hogan, que saltó a la fama inmediatamente con esta película, pega perfectamente con su personaje: es un tipo viril, pero sin exagerar y desprende autenticidad por los cuatro costados. A su lado, la hermosa debutante Linda Kozlowski, que acabaría casándose con Paul Hogan, es una atractiva periodista que, al igual que Hogan, cae simpática desde el primer momento por su sincera admiración del mundo salvaje y puro de Dundee frente a su hábitat neoyorquino mucho más corrompido. Tampoco me quiero olvidar de Walter, el amigo de Dundee, interpretado por John Meillon, que aporta picaresca y ternura a un personaje que se hace entrañable.

Con algunas frases muy buenas, Cocodrilo Dundee, a pesar de ser un film irregular, impuso su originalidad y frescura en los ochenta, propiciando en seguida una continuación en 1988, Cocodrilo Dundee II y, finalmente en 2001 la tercera, Cocodrilo Dundee en Los Ángeles. Aún en la actualidad es una comedia que sigue funcionando bien.

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