Dirección: Henry Hathaway.
Guión: Dudley Nichols (Cómic: Harold Foster).
Música: Franz Waxman.
Fotografía: Lucien Ballard.
Reparto: James Mason, Janet Leigh, Robert Wagner, Debra Paget, Sterling Hayden, Victor McLaglen, Donald Crisp, Brian Aherne, Barry Jones, Mary Philips, Howard Wendell, Tom Conway, Primo Carnera.
El príncipe Valiente (Robert Wagner) vive con sus padres, destronados de Escandia por un guerrero vikingo, bajo la protección del rey Arturo (Brian Aherne) escondido en un castillo remoto. Por consejo de su padre (Donald Crisp), irá a vivir a Camelot para hacerse caballero.
Adaptación de un cómic de Harold Foster, El príncipe Valiente (1954) reúne la esencia de los mejores film de espadachines clásicos.
La historia puede que no sea demasiado original, con la traición de un caballero de la Mesa Redonda que ansía deponer al rey Arturo y ocupar su lugar, a lo que se suma una alianza de dicho caballero con los temibles vikingos, enemigos de Valiente. Sin embargo, a pesar de que también el desenlace no ofrece dudas, la gracia de este tipo de películas reside en el espectáculo y el que nos ofrece Henry Hathaway es de primera calidad.
Solamente por la lucha en el castillo de Escandia la cinta merece un puesto de honor entre los mejores films del género. Plena de espectacularidad, con la huida de Valiente del calabozo y el aceite hirviendo como momentos estelares, es una de las mejores luchas que he visto en mucho tiempo. No puedes ni parpadear. Y no solamente esta secuencia, todas las de luchas, incluyendo el torneo en Camelot, tienen un nivel impecable. Y eso es lo que hemos de esperar de un film de aventuras clásico: emoción, duelos, nobleza y amor apasionado entre los protagonistas.
Esta espectacularidad en las escenas de acción se la debemos al magnífico trabajo de Henry Hathaway, curtido director con mucho oficio que además sabe llevar el hilo de la historia sin un solo punto muerto, de manera que la película transcurre con una perfecta fluidez.
Pero además, hay un elemento original que añade un plus a la historia: Valiente no es un experto guerrero, al estilo de un Robin Hood por ejemplo, sino un aprendiz que sufre innumerables traspiés en su proceso de aprendizaje, a parte de otros errores debido a su impetuosidad. Ello lo convierte en un héroe cercano, despojado de la imbatibilidad y perfección de otros homólogos del género.
Otro detalle muy curioso es que la película contiene momentos verdaderamente graciosos sin pretenderlo, quizá por la inocencia de algunas situaciones o que en su momento algunos detalles que resultaban dramáticos adquieren con el paso del tiempo tintes menos solemnes, como el intento de Boltar (Victor McLaglen) de matar al usurpador rey Sligon (Primo Carnera) a través del respaldo del trono o la marcha hacia el castillo de los vikingos aliados con Valiente entonando su consigna de guerra.
El reparto, además, es muy bueno, con el gran James Mason, un eficaz villano cínico, o Victor McLaglen de vikingo y Sterling Hayden como mentor de Valiente, además de la espectacular Janet Leigh. Quizá sea Robert Wagner, en los comienzos de su carrera, quien desentone un poco, precisamente por su falta de carisma y ese peinado tan ridículo, que añade de nuevo una de esas notas cómicas sin pretenderlo a las que aludía antes.
Definitivamente, El príncipe valiente es una de esas películas clásicas de aventuras, con un argumento sencillo, con los malos y los buenos nítidamente dibujados y donde solo importa una cosa: entretener con una historia donde los buenos se imponen a los malvados y el amor triunfa. ¡Y de verdad que lo consigue!
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