El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 22 de enero de 2023

Siete días de mayo



Dirección: John Frankenheimer.

Guión: Rod Serling (Novela: Fletcher Knebel y Charles W. Bailey II):

Música: Jerry Goldsmith.

Fotografía: Ellsworth Fredricks (B&W).

Reparto: Burt Lancaster, Kirk Douglas, Fredric March, Ava Gardner, Edmond O´Brien, Martin Balsam, Andrew Duggan, Hugh Marlowe, Whit Bissell, Helen Kleeb, George Macready, Richard Anderson, Bart Burns.

A raíz de la firma de un tratado de desarme nuclear con la URSS, el jefe del Estado Mayor, general Scott (Burt Lancaster), contrario a ese tratado y considerando al presidente Jordan Lyman (Fredric March) indigno del cargo, organiza una conspiración para hacerse con el poder.

La posibilidad de un golpe de estado en los Estados Unidos resulta inverosímil, pero el acierto de Siete días de mayo (1964) es hacer que tal posibilidad resulte creíble. Para ello, Frankenheimer afronta el discurso alejado de planteamientos excesivos, basados en la acción, lo que hubiera sido un recurso quizá más atractivo para cierta clase de público (hemos visto propuestas en films actuales seguir esa línea y resultan grotescas) pero mucho menos aceptable si queremos que nuestra historia resulte mínimamente coherente y convincente.

El mérito pues del director es evidente al lograr por un lado credibilidad con una premisa un tanto exagerada y después al elaborar un film que mantiene el interés y la tensión a base de diálogos, sin recurrir en ningún momento a alardes más efectistas. Además, la narración es clara, de manera que seguimos sin complicaciones el desarrollo de la trama, especialmente brillante en la parte en que el coronel Casey (Kirk Douglas) va descubriendo indicios que le llevan a alertar al presidente de la conspiración. A partir de ese momento creo que el film baja un poco en su intensidad, tal vez porque se ha desvelado la trama y solo queda resolverla, siendo sencillo anticipar el desenlace, pero aún así el film no aburre en ningún momento.

Además, hay que resaltar otro detalle que quizá hoy en día se nos pueda escapar: en el momento de la realización de Siete días de mayo la Guerra Fría estaba en pleno vigor, con la crisis de los misiles de Cuba muy reciente todavía, lo mismo que la muerte de Kennedy. Es decir, es una propuesta que se estrena en un momento en que el tema de las tensas relaciones con la URSS era de máxima actualidad y seguramente preocupaba mucho a la opinión pública. De ahí que la manera del público de la época de enfrentarse al planteamiento del film no sería tan distante como el que podemos tener hoy.

La parte quizá menos sólida de la película es la manera un tanto forzada de introducir la trama secundaria de Eleanor (Ava Gardner), la antigua amante del general Scott, que parece simplemente más debida a la costumbre de contar con una presencia femenina que algo que caiga por su peso y tenga un encaje solido en la historia.

El reparto, con la presencia de dos grandes figuras como Burt Lancaster y Kirk Douglas, para mí este último un paso por delante del resto, es un atractivo más en la propuesta de Frankenheimer, estando además los protagonistas bien arropados por secundarios de la talla de Fredric March, Edmond O'Brien o Martin Balsam, además de la mencionada Ava Gardner.

Film de defensa a ultranza del sistema democrático como único posible y sensato (a destacar los reproches que le hace el presidente al general Scott conminándolo a presentarse a las elecciones si desea cambiar las cosas) y del sentido común entre los gobernantes para hacer de este un mundo en paz, Siete días de mayo es una película inteligente que nos demuestra que, además del cine de acción, existen otras alternativas para tratar temas políticos y conspiraciones sin caer en juegos de guerra espectaculares y de dudosa credibilidad.

Por cierto, para aquellos que prefieran un enfoque muy diferente al de Siete días de mayo pero igualmente contundente sobre la Guerra Fría, les recomiendo ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (Stanley Kubrick), curiosamente también de 1964, una obra maestra llena de un humor terroríficamente certero.

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