Dirección: Edward Dmytryk.
Guión: Richard Murphy (Historia: Philip Yordan).
Música: Leigh Harline.
Fotografía: Joe MacDonald.
Reparto: Spencer Tracy, Robert Wagner, Jean Peters, Richard Widmark, Katy Jurado, Hugh O'Brian, Eduard Franz, Earl Holliman, E. G. Marshall, Carl Benton Reid, Philip Ober, Robert Burton.
Tras cumplir tres años de condena para proteger a su padre (Spencer Tracy), Joe Devereaux (Robert Wagner) se encuentra que sus tres hermanastros le quieren obligar a abandonar el estado.
Remake de Odio entre hermanos (Joseph L. Mankiewicz, 1949), que se inspiraba en "El rey Lear" de Shakespeare, Lanza rota (1954) lleva la acción al mundo del western, creando un drama intenso sobre las relaciones familiares.
Estamos en la década de los cincuenta, con lo que el western ya no es fiel vehículo de los valores clásicos, introduciendo matices cada vez más complejos. En el caso que nos ocupa, es fácil comprobarlo al analizar a los protagonistas de este drama: no hay héroes sin tacha y todos tienen luces y sombras.
El personaje principal es el patriarca Matt Devereaux, un hombre hecho a sí mismo, duro, incluso cruel llegado el momento, que trata a sus tres hijos mayores de manera despótica, pues considera que no están a su altura. Solamente es benévolo con Joe, hijo de su segunda esposa india (Katy Jurado), un muchacho inteligente y noble que, sin aceptarlo del todo, comprende y respeta a su padre. A pesar de su carácter, entendemos a Matt, a todo lo que tuvo que pelear hasta llegar a dónde está y que, superado por unos tiempos que están cambiando, con la llegada de mineros y compañías petrolíferas que amenazan su estilo de vida basado en la ganadería, comprueba cómo su poder se resquebraja ante la imposición de leyes que no comparte ni entiende. Tampoco puede comprender a sus hijos, sin el coraje ni la fuerza necesarias para continuar su legado. Caprichosos, avariciosos y vagos, los desprecia aunque su manera de tratarlos está muy lejos de arreglar nada.
Lo curioso es que, a pesar de ser un déspota autoritario y un mal padre, el personaje de Matt no termina de desagradarnos.
Sus tres hijos mayores tampoco son unos santos: odian a su padre, puede que con motivos para ello, especialmente Ben (Richard Widmark), que careció de infancia y de afecto paterno, pero tampoco son capaces de actuar honestamente. Aguantan la tiranía de Matt porque no quieren renunciar al dinero de su padre. Como le recordará Matt a su hijo mayor Ben, él nunca le impidió marcharse, pero a Ben le faltó valor para hacerlo.
Finalmente Joe, el hijo pequeño de Matt y su esposa india, es el más equilibrado, si bien se siente mal por ser un mestizo, lo que hace que no sea tratado igual que el resto de sus hermanos por parte de los vecinos. Además, también ha ido acumulando odio contra sus hermanos durante el tiempo que pasó en la cárcel, despreciando que no dieran la cara por su padre. Solamente el amor logrará purificar ese odio y le dará la fuerza necesaria para pasar página y romper la lanza de guerra. Es el único protagonista que logra redimirse y superar sus traumas y odios.
Sintiendo debilidad por Spencer Tracy, para mí uno de los mejores actores de la historia, y ha sido un placer disfrutar una vez más con uno de esos trabajos suyos memorables. Tracy da vida a Matt con una fuerza genial, imponiendo su presencia de manera absoluta. No desmerecen tampoco ni Katy Jurado, con una personalidad muy marcada, ni Richard Widmark, al que el papel de villano le sentaba especialmente bien. Menos convincente me pareció Robert Wagner, pero es una apreciación personal, pues es un actor que no me resultó nunca muy interesante.
Un western peculiar, diferente a los clásicos del género que, sin llegar a romper moldes, resulta una propuesta interesante que indaga en las debilidades humanas y los conflictos familiares.
La película ganó el Oscar a la mejor historia.
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