El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 25 de enero de 2023

Una razón brillante



Dirección: Yvan Attal.

Guión: Yvan Attal y Victor Saint Macary.

Música: Michael Brook.

Fotografía: Rémy Chevrin.

Reparto: Daniel Auteuil, Camélia Jordana, Nozha Khouadra, Nicolas Vaude, Jean-Baptiste Lafarge, Claude Perron. 

Neïla Salah (Camélia Jordana), una joven de origen árabe, no comienza con buen buen pie en la Universidad, pues en su primer día de clase tiene un enfrentamiento con Pierre Mazard (Daniel Auteauil), un profesor conflictivo y con fama de racista.

Una razón brillante (2017) parece de entrada una propuesta interesante que tiene a su alcance temas muy importantes, como la integración de la segunda y siguientes generaciones de extranjeros en Francia, el racismo, la tolerancia, la sociedad actual hipersensible donde cualquier gesto o acto se analiza con lupa en busca de lo inconveniente o censurable, la docencia universitaria... Quizá demasiados temas o expectativas ambiciosas que finalmente Yvan Attal elude para centrarse en algo mucho más banal.

Y es que la película decide no adentrarse en terrenos incómodos y opta por un camino más seguro, como es el forzado entendimiento entre el profesor problemático y la alumna de los suburbios. Mazard, al que la universidad va a someter a un consejo disciplinario por las numerosas quejas contra su persona, es obligado a redimirse entrenando a Neïla, con la que ha tenido su última salida de tono, para un concurso de oratoria. Mazard, sin embargo, le oculta a la alumna ese detalle, haciéndole creer que su apoyo es desinteresado, lo que creará lógicamente el punto de conflicto que será explotado en el momento oportuno.

Así pues, la película se vuelve un tanto previsible al centrarse en la antipatía mutua entre profesor y alumno y cómo su forzada convivencia obrará el cambio en ambos. Un esquema demasiado vulgar y estereotipado por donde Una razón brillante empieza a derrapar. 

Además, el director demuestra muy poca imaginación y el film transcurre con una alternancia monótona de situaciones: a las escenas de las clases de oratoria le siguen invariablemente otras de Neïla en su barrio, con alguna pequeña variante, pero sin romper el esquema, lo que de añade un desarrollo encorsetado que resta dinamismo a la película.

Incluso la historia de amor de Neïla con un amigo del barrio carece de profundidad y parece que se ha puesto ahí solamente para añadir en su momento un nuevo conflicto dramático, forzado y casi ridículo, que se resolverá con la misma precipitación que su comienzo y su desarrollo.

Pero quizá lo peor de todo es cuando llega la hora del desenlace y comprobamos cómo el director de nuevo recurre a los tópicos, con el enfrentamiento de la alumna con Mazard cuando descubre el verdadero motivo de sus clases de oratoria, algo que no nos pilla por sorpresa pues estaba telegrafiado desde el comienzo. Lo que sigue es fácilmente predecible y la defensa efusiva que hace Neïla del profesor ante el consejo disciplinario servirá para demostrar todo lo aprendido en las clases de oratoria, que es mucho y muy bueno, además de destacar los sentimientos de afecto y admiración que han nacido en ella hacia Mazard. 

Como vemos, la historia y su desarrollo carecen de originalidad y no hay verdadera emoción en lo narrado. Incluso los personajes de Neïla y el profesor están construidos a base de tópicos y todo el montaje resulta artificial.

Pero también es verdad que la puesta en escena, sencilla, resulta eficaz, al tiempo que los diálogos tienen momentos brillantes con lo que el film supera la media de este tipo de relatos por la calidad de algunos de los componentes como, por ejemplo, el trabajo de Camélia Jordana, pleno de intensidad, o el bueno de Daniel Auteuil, un veterano del cine francés que tiene aquí un buen papel para lucirse.

Quizá lo más interesante de Una razón brillante es cómo termina demostrando la falsedad del mantra de Mazard sobre la oratoria donde defendía que lo más importante era convencer a los demás, no la verdad; pero finalmente, lo que queda claro es que tanto él como su alumna se quieren sinceramente y esa verdad es lo importante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario