Dirección: Dorothy Arzner.
Guión: Mary C. McCall, Jr. (Obra: George Kelly).
Música: R. H. Bassett, Emil Gerstenberger y Milan Roder.
Fotografía: Lucien Ballard (B&W).
Reparto: Rosalind Russell, John Boles, Billie Burke, Jane Darwell, Dorothy Wilson, Alma Kruger, Thomas Mitchell.
La señora Craig (Rosalind Russell) ha hecho de su casa su fortaleza; en ella se siente segura y todo debe hacerse cómo ella desea.
Basada en la obra de teatro homónima de George Kelly (tío de la actriz Grace Kelly), ganadora del premio Pulitzer, La mujer sin alma (1936) es un retrato directo y sin adornos de una mujer dominante.
La señora Craig aparece desde el principio como una mujer exigente con todos los que la rodean, desde el servicio, cuyo trabajo debe ser perfecto so pena de despido fulminante, hasta su marido, que debe plegarse a sus normas y exigencias. Pero no lo hace de manera inconsciente o caprichosa, Harriet Craig está convencida de que no hay otra forma de comportarse.
Desdeña el amor romántico y su matrimonio no fue sino la manera de lograr su independencia y una posición en la sociedad que defiende a toda costa. Controla a su esposo, aislándolo de sus amigos, para evitar que pueda sentirse tentado por otras mujeres.
Este retrato, decididamente poco amable, podría convertir a la señora Craig en alguien repulsivo, hasta que se desvela el verdadero motivo de ese comportamiento: Harriet ha visto como su madre perdía a su marido y moría destrozada de dolor y ese miedo a que pueda sucederle lo mismo la ha vuelto dominante hasta la exageración. Pero su actitud no es más que miedo, pánico mejor dicho, a verse desvalida, sin nada. Por ello en su casa encuentra su seguridad, es algo material, tangible, que puede controlar a su antojo y de ahí se extiende ese control a todos los que la rodean. En el fondo, es digna de lástima. Pero también esta historia nos habla de una época en que la mujer dependía económicamente de su marido, siendo extremadamente vulnerable, como en el caso de la madre de Harriet y de ella misma. Ello no justifica su control paranoico de todo y de todos, pero arroja luz hacia su persona. Al final, al comprenderla, sin llegar a justificarla, la compadecemos, especialmente cuando termina sola, pues nadie puede soportar vivir con alguien así. Ella ha construido su propia cárcel, sin saberlo.
La película es verdad que puede resultar en conjunto un tanto simple en su planteamiento, que está también limitado por la escasa duración de la cinta, lo que hace que el desarrollo y el desenlace sucedan quizá demasiado esquemática y rápidamente. Seguramente el tema daba para más aunque también es verdad que, tal y como está planteada, la película transcurre de manera perfecta, metiéndonos en la historia desde el principio y sin un segundo de aburrimiento.
Otro detalle interesante es que tanto el guión como la dirección corren a cargo de mujeres, lo que sin duda no era habitual en la época y despejan cualquier sospecha de visión sesgada a cerca de la figura de Harriet. Su retrato es certero y no provoca repulsa, sino tristeza por una mujer tan débil que termina, casi sin proponérselo, alejando a todos los que la quieren de su lado.
Trabajo perfecto de Rosalind Russell, una gran actriz cuyo trabajo más reconocido fue en Luna nueva (1940) de Howard Hawks, y que tuvo la virtud de interpretar papeles de mujeres interesantes, dignas y realizadas profesionalmente, sin llegar a ser nunca un símbolo sexual.
La mujer sin alma, dentro de su aparente simplicidad, ofrece una interesante reflexión sobre la naturaleza humana y el rol de la mujer a principios del siglo XX dentro de un buen ejemplo de un estilo de hacer películas donde el fondo realmente importaba.
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