El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 6 de noviembre de 2023

Conan el Bárbaro



Dirección: John Milius.

Guión: John Milius y Oliver Stone (Cómic: Robert E. Howard).

Música: Basil Poledouris.

Fotografía: Duke Callaghan.

Reparto: Arnold Schwarzenegger, James Earl Jones, Sandahl Bergman, Gerry Lopez, Mako, Ben Davidson, Max von Sydow, Cassandra Gava, Valérie Quennessen, William Smith, Nadiuska, Jorge Sanz.

Siendo un niño, Conan (Jorge Sanz) es testigo de cómo una horda de guerreros mata a todos los habitantes de su aldea. De adulto (Arnold Schwarzenegger), intentará encontrar a los asesinos.

Conan el Bárbaro (1982) tuvo una buena acogida por parte del público en el momento de su estreno, no en vano aúna épica, fantasía, iconografía vikinga y mongola, amor, brujería, violencia, sexo y magia. ¿Se puede pedir más? En todo caso, la crítica no fue muy generosa con esta película en la que John Milius deja su sello personal.

La película tiene un arranque espectacular con el ataque a la aldea de Conan. Sin recurrir a ningún diálogo, Milius demuestra su arte para escenificar un comienzo poderoso donde ya avisa que no escatimará en detalles macabros cortando la cabeza de la madre de Conan (Nadiuska).

El argumento es bastante elemental, la típica historia de venganza, pero tiene el acierto de conjugar magia y fantasía para darle unos toques especiales a la historia, de manera que encajan con bastante acierto aspectos fantásticos, como una serpiente que se convierte en flecha, la presencia de una bruja malvada (Cassandra Gava) o el hecho de que el villano Thulsa Doom (James Earl Jones) se transforme en serpiente, en una escena mítica maravillosamente filmada.

Gran parte del mérito de que el espectáculo resulte tan atractivo se debe a la poderosa partitura de Basil Poledouris, que identifica y potencia el discurso narrativo con una fuerza ejemplar.

Pero Conan el Bárbaro no sería lo mismo sin Arnold Schwarzenegger, al que la película convertiría en una primera figura en el campo de las películas de héroes de acción. Su imponente figura es perfecta para su personaje y acaba imponiendo su presencia incluso a pesar de sus dotes de actor más que limitadas. Pero también la historia de beneficia de la presencia de James Earl Jones que le da un peso específico a su personaje, convirtiéndolo en un rival a la altura del mismo Conan, lo que contribuye decisivamente a potenciar el peligro y la intensidad de los momentos clave.

Ahora bien, todos los méritos de la cinta tampoco pueden empañar el aspecto algo cutre de algunas escenas, reflejando las limitaciones de una producción que, vista desde la actualidad, enseña demasiado sus costuras. 

También el tono rimbombante, en especial con la voz en off del Mago (Mako), el narrador de la historia, resulta muy teatral. Se entiende el interés de darle seriedad y calado al relato, pero a una historia tan rocambolesca quizá no le acaba de encajar ese tono trascendente, pues al final no deja de ser un relato sin demasiada profundidad y mucha menos verosimilitud.

En todo caso, creo que como producto de entretenimiento resulta más que correcto y funciona muy bien, metiéndonos de lleno en la historia sin que sintamos ningún desfallecimiento en el ritmo ni en el desarrollo de la aventura.

El éxito de taquilla llevó enseguida a una continuación en Conan el destructor (Richard Fleischer, 1984), donde se caía en cierto continuismo sin la fuerza del film de John Milius.

Con el tiempo, Conan el Bárbaro va camino de ganarse un puesto de honor en este tipo de películas fantásticas, que tuvieron un tiempo de cierto esplendor en los 80 al abrigo de este film.

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