El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 18 de noviembre de 2023

Expiación. Más allá de la pasión



Dirección: Joe Wright.

Guión: Christopher Hampton (Novela: Ian McEwan).

Música: Dario Marianelli.

Fotografía: Seamus McGarvey.

Reparto: James McAvoy, Keira Knightley, Romola Garai, Saoirse Ronan, Vanessa Redgrave, Brenda Blethyn, Juno Temple, Benedict Cumberbatch, Patrick Kennedy, Juno Temple.

Briony Tallis (Saoirse Ronan) es una niña de trece años con una gran imaginación, enamorada platónicamente de Robbie (James McAvoy), el hijo de una sirvienta que está enamorado de Cecilia (Keira Knightley). Cuando una noche ve a su prima Lola (Juno Temple) que acaba de sufrir los abusos de un hombre, Briony miente y dice que se trata de Robbie.

Cuando veo que Expiación. Más allá de la pasión (2007) recibió nada menos que siete nominaciones a los Oscar (ganó solamente el de mejor banda sonora) no dejo de sorprenderme. Será que sin querer la comparo con películas clásicas parecidas y noto tal abismo entre ellas que me resulta casi inconcebible admitir que el listón del cine actual esté tan bajo. Con ello no quiero insinuar que estemos ante una mala película, pues Joe Wright consigue algunos momentos hermosos, pero no creo que una película que se basa casi por entero en un elegante y algo pretencioso ejercicio estético sea merecedora de tantas candidaturas. Como mucho, entendería un premio a la ambientación o la fotografía, porque incluso la música termina siendo tan omnipresente que resulta cansina.

Joe Wright optó por hacer una película en la que su buen gusto para la puesta en escena fuera lo más importante y la verdad es que en el plano visual el resultado es hermoso, incluso sorprendente en algunos instantes. Lo que no se entiende tanto es repetir algunas escenas desde diferentes puntos de vista, toda vez que no aportan nada nuevo al relato y alargan innecesariamente una cinta ya de por sí larga. Incluso la escena inventada en la que una Briony ya adulta, interpretada entonces por Romola Garai, acude a ver a su hermana Cecilia para pedirle perdón resulta bastante cuestionable, al menos tal y como se presenta, convenciéndonos de su absoluta realidad en un principio. No le encontré sentido alguno.

Y es que el problema principal de Expiación. Más allá de la pasión es la manera tan caprichosa con la que el director juega con el espectador e incluso con el argumento, buscando más el efectismo que la precisión, el juego que la emoción sincera. Si ya adaptar una novela suele ser complejo, si lo que buscamos es sobre todo el lucimiento personal puede arrojar un resultado muy extraño.

No en el comienzo, que al final contiene los mejores minutos de la cinta, incluso con esa inclinación estética tan acusada. Pero al menos el relato es apasionante y el guión además tiene el acierto de insinuar con precisión antes que mostrar abiertamente. El problema es que este comienzo es muy breve y a partir de ahí la historia va perdiendo fuerza, en especial con toda la parte en que se centra en contar la experiencia en la guerra de Robbie, pues es aquí cuando la pretenciosidad de la puesta en escena resulta casi molesta y nos desvía del tema principal sin que exista nada más interesante que ofrecernos, más que juegos de cámara que solo buscan demostrar la pericia técnica del equipo de rodaje.

La parte, finalmente, que se centra en Briony ya adulta vuelve a pecar de superficial, con la joven convertida en una especie de autómata sin alma, una manera poco sutil de acercarnos a sus remordimientos donde, de todos modos, el director vuelve a demostrar que lo suyo no es adentrarse en el alma de sus personajes, sino jugar con los planos, las luces y la música.

Además, en esos momentos se pierde la sutileza del principio y todo son explicaciones innecesarias que se quedan por desgracia en la superficie, desaprovechando la oportunidad de ofrecer un relato más sincero sobre el dolor causado por una mentira y, sobre todo, adentrarse en las motivaciones de una adolescente fantasiosa y enojada y mostrar su dolor posterior. El mejor ejemplo de esa falta de sutileza, de esa impotencia a la hora de buscar una manera inteligente y elegante de explicar lo sucedido la tenemos en la escena en que Vanessa Redgrave, Briony ya de anciana, explica ante la cámara los secretos de su última novela. Adiós a cualquier atisbo de poesía.

Pero repito, no estamos ante una mala película. Joe Wright busca la belleza en las formas y eso no es malo. Además, hemos de reconocer que el tema tratado es lo suficientemente importante como para soportar sin problemas el metraje y ofrecernos un indicio de las graves consecuencias de hacer caso al relato de una adolescente presa de su propia edad y sus deseos. Pero también por todo esto no dejo de lamentar que el director se perdiera en caminos secundarios cuando el principal era tan rico y sugerente.

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