Dirección: Egor Abramenko.
Guión: Oleg Malovichko y Andrei Zolotarev.
Música: Oleg Karpachev.
Fotografía: Maxim Zhukov.
Reparto: Oksana Akínshina, Fiódor Bondarchuk, Pyotr Fyodorov, Anton Vasiliev, Aleksey Demidov, Anna Nazarova.
Mientras está en el espacio, algo choca contra con una nave espacial soviética. Al aterrizar, solo uno de los dos cosmonautas sobrevive, pero no recuerda lo sucedido.
Es tan raro ver películas rusas que Sputnik (2020) no llegó a estrenarse en España, salvo el típico recorrido por festivales. La exhibición comercial la copan el cine norteamericano y las producciones comunitarias. Y es una pena, porque esta película, que suponía el debut del director en largometrajes, es realmente apasionante.
La premisa inicial nos lleva directamente a Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979), por cuanto el cosmonauta Konstantin Veshnyakov (Pyotr Fyodorov) regresa del espacio con una criatura dentro de él. Y aquí se terminan las similitudes, pues Sputnik se orienta más a las relaciones personales entre los científicos y militares que lo custodian y el propio cosmonauta, especialmente con la doctora Tatyana Klimova (Oksana Akínshina). No es que la cinta no tenga acción, sus dosis de terror y una carga de misterio, pero considero que son el decorado para explorar el vínculo que va surgiendo entre la doctora y su paciente, una curiosa atracción que nos remite a los viejos mitos de la bella y la bestia.
Hay que destacar la sobria puesta en escena, centrada en las instalaciones donde se mantiene custodiado al cosmonauta, que potencia de alguna manera la tensión y el misterio, aumentando nuestro interés por lo verdaderamente importante: la bestia que habita el cuerpo de Konstantin. A diferencia del film de Ridley Scott, el alienígena no mata a su anfitrión, sino que ambos se benefician por igual de su unión, lo que lleva el problema a otro terreno, si bien para el coronel al mando Semiradov (Fiódor Bondarchuk) los intereses son exclusivamente militares: si desea preservar al cosmonauta es porque le interesa mantener con vida al bicho y servirse de su poder.
Además de la eficaz ambientación, Sputnik destaca por un argumento muy inteligente desarrollado con total precisión, donde nada se deja al azar y los avances de la doctora se basan siempre en datos científicos que, sin llegar a comprenderlos totalmente, sí que nos transmiten credibilidad, de manera que la presencia de un ente poco creíble en teoría acaba por asentarse en sólidas bases que nos meten de lleno en la intriga sin cabos sueltos.
No me gustan las películas morbosas que se ceban en los detalles escabrosos y desagradables. Me parece un recurso de mal gusto y que muchas veces intenta disimular otras carencias. En esta ocasión, hay que alabar el buen tino del director a la hora de no cebarse en los detalles macabros, quedando estos reducidos a lo mínimo indispensable y, aún así, cada vez que aparece el alienígena se nos hiela la sangre por su aspecto y, claro está, por lo imprevisible de sus reacciones.
También la falta incertidumbre en torno al desarrollo de la trama es otro punto a favor de Sputnik, que mantiene las dudas hasta bien entrada la historia. Es verdad que el final se orienta a soluciones bastante convencionales, lo que podría argumentarse como el principal fallo de la película. No es que el desenlace resulte decepcionante, pero es la parte menos original, cayendo en la separación demasiado brusca entre los buenos y los malos.
Pero por encima de ese detalle o de otros que pueden resultar poco convincentes, como la facilidad con la que se mueven la doctora y Konstantin por la base, Sputnik es una película que consigue unir de manera muy eficaz la intriga con la parte más íntima de la relación que surge entre la doctora y el cosmonauta, de manera que construye un relato intenso en sus dos vertientes.
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