Dirección: Otto Preminger.
Guión: Walter Reisch, Dorothy Parker y Ross Evans (Obra: Oscar Wilde).
Música: Daniele Amfitheatrof.
Fotografía: Joseph LaShelle (B&W).
Reparto: Jeanne Crain, Madeleine Carroll, George Sanders, Richard Greene, Martita Hunt, John Sutton, Hugh Dempster, Richard Ney, Virginia McDowall.
A finales del siglo XIX, una misteriosa señorita, Erlynne (Madeleine Carroll), se encuentra en Londres totalmente sola y arruinada, pero con la ayuda de Lord Arthur Windemere (Richard Greene) piensa conseguir que la acepten en la alta sociedad y poder casarse con un rendido admirador.
El abanico de Lady Windermere (1949) es una típica comedia de época donde destacan especialmente los ricos diálogos, llenos de frases ingeniosas y agudas réplicas que delatan con orgullo su origen en la pluma de Oscar Wilde.
La historia puede resultar algo enrevesada y en cierto sentido anticuada, puesto que todo gira en torno a las normas sociales de la clase alta en la época victoriana, donde el honor, la respetabilidad y las apariencias tenían un peso que hoy en día puede resultar algo difícil de entender. Pero si intentamos comprender esas reglas, el drama que subyace en la historia cobra todo su sentido.
Se trata en esencia de una mujer que, siendo joven e irresponsable, abandona a su marido y a su hija por el hombre al que ama. Éste, sin embargo, termina cansándose de ella y la abandona. Entonces, esta mujer ha de intentar sobrevivir como puede, gracias a su belleza, pero a costa de terminar siempre sola y con su reputación en boca de todos. Cuando al fin ve una posibilidad de enderezar su vida, recurrirá al marido de su hija, todo un lord, para que financie su intento de asentarse al fin en la sociedad y empezar una nueva vida.
Por medio del flashback, Preminger lleva con soltura esta comedia de enredos, manteniendo el misterio de por qué Lord Windermere ayuda a esa desconocida poniendo en peligro su propio matrimonio, pues enseguida se corre la voz de que él está ayudando financieramente a la señorita Erlynne, lo que lógicamente despierta los peores rumores posibles.
Con un acertado reparto, en especial el siempre elegante George Sanders, Otto Preminger dirige con elegancia esta comedia, sin desviarse de lo importante, y logrando atrapar al espectador en el misterio que rodea a una señorita Erlynne, realmente sorprendente por su descaro, su determinación y su sinceridad en medio de una sociedad hipócrita y demasiado aferrada a la imagen. Pero en el fondo, la comedia critica con inteligencia ese mundo de falsedades, intereses y lenguas viperinas que, bajo una apariencia inocente, despedazan sin compasión a cualquiera que pueda aportar algo de morbo y sal a sus aburridas y desaprovechadas vidas. Sin duda, una imagen bastante fiel a lo que el propio Oscar Wilde hubo de sufrir en persona.
Tal vez se pueda achacar demasiada frialdad al relato de Otto Preminger, algo que penaliza el poder vivir el drama de la señorita Erlynne con más fuerza y que queda en evidencia en el momento final en que se sacrifica por el bien de su hija, Lady Windermere (Jeanne Crain), evitando que cometa el mismo error que ella cuando tenía su edad, escena tan elegante como falta de emoción.
No obstante, la brevedad de la película, el fascinante personaje de Erlynne y unos diálogos suntuosos elevan esta comedia y la convierten en un film muy recomendable.
Como curiosidad, indicar que en 1925 Ernst Lubitsch dirigió El abanico de Lady Windermere en versión muda. Fue la primera película basada en la obra de Oscar Wilde, a la que seguirían en 1948 Historia de una mala mujer (Luís Saslavsky), al año siguiente esta de Otto Preminger y Una buena mujer (Mike Barker) en 2004.
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