Dirección: Jacques Tourneur.
Guión: Charles Bennett y Hal E. Chester (Historia: Montague R. James).
Música: Clifton Parker.
Fotografía: Ted Scaife (B&W).
Reparto: Dana Andrews, Peggy Cummins, Niall MacGinnis, Maurice Denham, Athene Seyler, Liam Redmond, Richard Leech, Reginald Beckwith.
El profesor Harrington (Maurice Denham), que investiga las prácticas demoníacas del doctor Julian Karswell (Niall MacGinnis), acude a visitarlo para pedirle que detenga las amenazas que pesan sobre él. Sin embargo, esa misma noche Harrington muere.
Nueva incursión de Jacques Touneur en el cine de terror, pues hemos de recordar La mujer pantera (1942), el título sin duda más famoso del director.
En La noche del demonio (1957), Tourneur nos propone una lucha entre la lógica, encarnada por el psicólogo John Holden (Dana Andrews), y el mundo demoníaco, encarnado por Karswell. La idea del director era hacer dudar al espectador de la veracidad de lo defendido por este último, de manera que compartiéramos en todo momento el escepticismo de Holden. El problema vino por la insistencia de los productores en mostrar al demonio en los primeros minutos del film, de manera que se rompe el misterio. Aún con eso, el inteligente guión de Bennett y Chester logra reforzar nuestras dudas con las siempre lógicas y razonadas explicaciones de Holden para todos los sucesos extraños que van teniendo lugar, con lo que ese dilema entre lógica y fuerzas oscuras se mantiene a lo largo del film.
A nivel formal, es evidente que la película acusa el paso de los años y sus recursos se revelan muy desfasados, en especial el demonio, cuyo poder para asustarnos es mínimo en la actualidad, o la escena en que Holden es atacado por un leopardo "disecado". Por ello, el impacto que pueden causar esas imágenes hoy en día es muy limitado, pero en cambio en lo que la cinta mantiene su vigencia es en el magnífico trabajo del director a la hora de contar la historia, con encuadres especialmente eficaces, muchas veces utilizando el contrapicado, logrando sacar el máximo partido de cada plano, potenciando siempre de manera muy inteligente el misterio o el peligro que acecha a los protagonistas. Sin duda, Jacques Tourneur demuestra con este trabajo su dominio del lenguaje cinematográfico, exprimiéndolo en cada escena con una eficacia total.
En cambio, la cinta flojea a la hora de mantener el interés de manera constante, pues se repiten demasiado las conversaciones entre Karswell y Holden versando siempre sobre lo mismo, de manera que algunos pasajes terminan resultando repetitivos. Tampoco la presencia de Julian (Peggy Cummins), la sobrina del profesor Harrington, resulta del todo convincente y no termina de encajar con firmeza en la historia, quedando más como una lógica concesión romántica que como un elemento que aporte algo interesante al desarrollo.
No obstante, son detalles menores que no empañan del todo el buen trabajo del director a la hora de brindarnos una historia realmente original que mantiene la incertidumbre sobre la autenticidad de las prácticas de Karswell hasta el final y consigue jugar con el espectador al igual que lo hace con Holden, de manera que la lógica y la ciencia se van poniendo en duda a cada instante hasta el mismo final.
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