Dirección: Robert Siodmak.
Guión: Stephen Longstreet y Keith Winter (Novela: Thomas Job).
Música: Hans J. Salter y Paul Dessau.
Fotografía: Paul Ivano (B&W).
Reparto: George Sanders, Geraldine Fitzgerald, Ella Raines, Sara Allgood, Moyna Macgill, Samuel S. Hinds, Harry von Zell.
En el pequeño pueblo de Corinth viven Harry Quincey (George Sanders) y sus hermanas Hester (Moyna Macgill) y Lettie (Geraldine Fitzgerald). Llevan una vida rutinaria y tranquila hasta que Harry se enamora de Deborah (Ella Raines) y planea casarse con ella, ante lo cual Lettie no se muestra muy contenta.
Pesadilla (1945) es una nueva muestra de la gran riqueza de títulos que nos dejó el cine negro norteamericano a mediados del siglo pasado.
Bajo un comienzo con una apariencia sencilla de relato costumbrista, Robert Siodmark nos va metiendo de lleno en la vida de una pequeña comunidad esclava de los defectos típicos de este tipo de pueblos: rancio pasado, vida monótona, cierta obsesión por guardar las apariencias, los constantes cotilleos... y en medio de ese ambiente, los Quincey, una familia antaño importante pero que tras arruinarse llevan una vida más bien modesta, donde Harry ha de sostener a sus dos hermanas. Los tres conviven en la vieja mansión familiar en una especie de matriarcado en el que el macho es casi una figura decorativa. Porque Harry siempre ha sido tímido y algo apocado, sin maldad y sin carácter. Todo lo contrario de Lettie que, bajo una estudiada apariencia de mujer enferma, rige las vidas de sus hermanos con total frialdad y egoísmo.
Con lo que ella no contaba era con la aparición de Deborah, una mujer inteligente y decidida con la que pretende casarse Harry. Y es entonces cuando Lettie saca todas sus armas para dinamitar la relación, porque no desea que nada cambie en su vida; quiere, o necesita, seguir detentado el poder en su pequeño mundo, ordenando, disponiendo y decidiendo sobre la vida de Harry y de Hester.
Pero cuando Hester le quite la venda de los ojos a Harry y le haga comprender que el fracaso de su futuro matrimonio con Deborah fue por culpa de Lettie, el film se transforma radicalmente y ya no estamos ante un relato costumbrista, sino ante la obsesión que va creciendo en Harry para vengarse de Lettie. A partir de entonces, disfrutaremos de los mejores momentos de la película, con un relato sombrío donde George Sanders nos maravilla con un trabajo lleno de sutileza donde cada pequeño gesto y cada mirada descubren sus pensamientos como si nos los estuviera contando. Este actor, que por su físico estaba limitado a ciertos papeles, es uno de los grandes de Hollywood y lo demuestra aquí con un trabajo soberbio cargado de matices.
El momento en que, lleno de remordimientos, acude a ver a Lettie la víspera de su ejecución es sin duda el punto culmen del relato, con una escena en la que Lettie desvela toda la crueldad de su alma y se erige ante nosotros como una de las más sibilinas y perversas mujeres fatales que nos ha brindado el cine negro. Las implicaciones de lo que hace, su placer causando dolor son escalofriantes.
Solamente un desenlace sorpresa nos descoloca de repente, tal vez motivado por el deseo de salvar las posibles medidas de la censura, y altera lo acontecido hasta entonces de manera un tanto forzada y un tanto incomprensible. A pesar de lo cuál, todo lo descrito anteriormente no pierde nada de sentido y, dejando de lado ese final un tanto artificial y poco convincente, seguiremos asombrados ante el poder de manipulación de Lettie y la increíble debilidad de Harry, ya desde la infancia, para hacer frente al poder de su hermana.
Pesadilla es un retrato muy crudo de la condición humana, un cuadro perverso de la familia, de las relaciones más estrechas, un dibujo de la maldad en estado puro, retorcida, silenciosa, constante, implacable. Sin duda, una película turbadora.
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