Dirección: Michael Gordon.
Guión: Oscar Saul (Historia: Anna Hunger y Jack Pollexfen).
Música: Sol Kaplan.
Fotografía: Leo Tover (B&W).
Reparto: Glenn Ford, Gene Tierney, Ethel Barrymore, Zachary Scott, Ann Dvorak, Barbara Bates, Cyril Cusack, Richard Hylton, Helen Westcott, Jeanette Nolan, Ruth Donnelly, Harry Carter.
Tras fugarse de la prisión, cinco reos llegan al lago Monte Diablo y se encuentran un pequeño poblado donde solamente están en ese momento un grupo de mujeres y sus hijos.
Alejándose del clasicismo del género, El secreto de Convict Lake (1951) centra más el drama en el estudio de los personajes y cómo reaccionan según su naturaleza, y también dependiendo del entorno, que en la acción pura y dura típica del género. Estamos, por lo tanto, ante un western psicológico que conserva ciertos rasgos del periodo clásico, pero que ha perdido ya su naturaleza básica. Es decir, el drama que se narra en El secreto de Convict Lake podría suceder en cualquier otro género.
La historia enfrenta a un grupo de presos fugados a unas mujeres que se han quedado al cuidado de sus casas y ganado mientras sus esposos han partido en busca de plata. Se plantea pues una situación extrema en un espacio limitado donde se irán desvelando las pulsaciones, deseos, carencias y secretos que atañen a los dos grupos y que, forzados a convivir en esa estrecha relación, irán provocando reacciones inesperadas entre ellos.
El gran acierto del guión es saber ir caracterizando a todos los protagonistas con una precisión absoluta solamente con pequeñas pinceladas, breves momentos en que una mirada o una pregunta desvelan la tensión reinante y la manera de ser cada uno.
En este sentido, los mejores momentos del drama tienen lugar al comienzo, cuando vamos conociendo a los personajes: el afán de venganza de Jim Canfield (Glenn Ford); la amargura y los celos de Rachel (Ann Dvorak) hacia la que va a ser su cuñada, Marcia (Gene Tierney); la avaricia y astucia de Johnny Greer (Zachary Scott) o la enfermedad mental de Maxwell (Richard Hylton) que, a pesar de haber sido curado por esas mujeres, no es capaz de reprimir sus desordenados instintos sexuales. Rachel, por cierto, que me pareció el personaje más interesante del relato, con esas carencias afectivas, su propia represión, sus celos, la defensa del hermano hasta que comprende su maldad y se resigna con un doloroso acto de honestidad... sin duda, un personaje rico y complejo.
Después, desgraciadamente, el interés y acierto inicial al plantear los conflictos irá decayendo al acercarnos al desenlace, donde el guión deja de tener la fuerza del principio y deriva hacia caminos mucho más convencionales, brindándonos el consabido final feliz donde se apuesta por la recompensa hacia los buenos actos de Jim y la posibilidad de tener una segunda oportunidad para rehacer su vida tras su injusta condena.
Uno de los puntos fuertes de El secreto de Convict Lake es sin duda el reparto, con un Glenn Ford que en esta ocasión me parece que hace un trabajo muy bueno acompañado de la fascinante Gene Tierney, uno de los rostros más dulces que nos ha dado Hollywood, y la soberbia Ethel Barrymore, haciendo honor al talento familiar.
Pero además he de reconocer que me ha sorprendido el director, un hombre sin el reconocimiento ni la carrera de otros insignes colegas pero que demuestra un oficio genuino que le permite desarrollar un film sin acción y cargado de diálogos, magníficos por cierto, sin que se pierda en ningún momento tensión dramática ni se caiga en momentos de transición. Todo el desarrollo tiene fuerza y sentido y algunas escenas, como la de Rachel en el granero, están filmadas con indudable acierto.
Estamos ante un western bastante desconocido pero que sin duda sorprende gratamente.
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